LOS ABUSOS DE GUSTAVO RIVAS: SEGUNDA NOTA.

Las propias víctimas consultadas por ANÁLISIS hicieron una estimación de pibes afectados por los actos de corrupción y de abusos de menores de Rivas. Lo hicieron a partir de la proyección de registros y la asiduidad de diferentes grupos de jóvenes, procedentes de conocidas escuelas, que se iban renovando, aunque la edad de entre 14 y 16 años siempre se mantenía a través de los años. Según esos cálculos, por las casas del conocido abogado transitaron no menos de 2.000 adolescentes de Gualeguaychú. Otros no dudan en aseverar que la cifra debería superar los 3.000 pibes. Algo así como el equivalente a la totalidad de los habitantes de la localidad de Pueblo Belgrano.

“El cálculo podría ser por dos o por tres”, indicó el padre de una de las víctimas. “Porque era un abusador compulsivo. Podía tener sexo con 3 o 5 pibes por noches y durante muchos años fueron viernes y sábado de modo constante y casi religioso”, acotó.

La mayor cantidad de adolescentes eran de condición humilde, porque jugaba con la necesidad de ellos: un encuentro sexual con el letrado determinaba dinero, ropa o zapatillas. No pocas veces, Rivas solía merodear obras en construcción en la búsqueda de pibes trabajadores; chicos que vendían diarios o bien acudía a partidos barriales para detectar sus presas.

La tarifa era también de una manera, si la víctima se dejaba hacer sexo oral y era de mayor cantidad de dinero si ese chico lo penetraba o si le introducía algunos de los tantos elementos de singular tamaño, que se hacía colocar sin problemas, provocando nauseas en más de uno de los visitantes, ante una escena tan desagradable. Esta fue una característica perversa que lo destacó a Rivas y de la que se ufanaba todo el tiempo, como si hubiera sido una virtud.

Algunos de esos jóvenes (que hoy rondan entre los 35 y 45 años) se tuvieron que ir de la ciudad porque no soportaron el asedio irónico de varios de sus compañeros, que sabían que había sido el que le introdujo tal o cual elemento en su ano. “A muchos les hizo muy mal esa situación y llegaron a la conclusión de que no podían vivir más en Gualeguaychú”, reconoció un profesional consultado al respecto, que atendió víctimas de Rivas y que, además, tuvo compañeros de escuela que estuvieron en situaciones de abuso encabezadas por el exitoso abogado.

Rivas también podía aportar dinero para el viaje de estudios a Bariloche de ese chico de bajos recursos. Y si el amor se profundizaba con alguno de esos menores Rivas no tenía problemas en comprarle una moto de buena cilindrada o pagarle los estudios universitarios fuera de Gualeguaychú. Todos ellos eran corrompidos a través de la proyección de películas pornográficas, mostrándose todo el tiempo desnudo, masturbándolos, practicándoles sexo oral o buscando que lo penetren.

Los pibes sabían que viernes y sábado, a partir de las 22, podían concurrir a la casa de Gustavo Rivas. Algunas veces ni siquiera era necesario avisarle al abogado. Iban, tocaban timbre y el letrado los podía observar por el visor del portero eléctrico. No obstante, el letrado siempre les sugería a los grupos que concurrían a verlo, a que le avisaran telefónicamente o vía correo electrónico, por lo menos a partir de 1995, en días previos, a los efectos de organizar esos encuentros sexuales.

Su afán por la colocación de cámaras en toda la casa, incluida la vereda, fue otra de las características. Hay quienes indican que debe haber sido una de las primeras personas de la ciudad que instaló en su casa de Mitre 7 todo un sistema de cámaras por circuito cerrado. Eso le permitía observar quiénes llegaban, pero también los tenía filmados a cada uno de los visitantes. La casa de Rivas está a no más de 25 metros del edificio de la Jefatura Departamental de Policía de Gualeguaychú, aunque al parecer ningún uniformado se dio por enterado de lo que sucedía ni del movimiento de menores que había en ese lugar todos los fines de semana. Alguna vez, un jefe departamental lo tuvo en la mira, a mediados de los ’90, pero tampoco avanzó.

Tal vez por ese detalle de las cámaras y las grabaciones en circuito cerrado en la vivienda, nunca fue denunciado por ninguna de sus víctimas o padres de estos. Rivas registraba cada episodio sexual en su casa y ese archivo lo cuida bajo siete llaves. En una oportunidad hubo un joven de una conocida familia que se puso a contar en el club las sesiones de sexo con el abogado y éste sin ocultar la bronca, enseguida comenzó también a dar detalles de ese encuentro, en los más variados círculos sociales. “Si él me quema, yo lo quemo”, decía, advirtiendo a la vez del material fílmico que disponía en su archivo, tanto de él como de otros jóvenes de Gualeguaychú, por lo cual de inmediato llegaba como mensaje esa frase a quienes, quizás, en algún momento tenían pensado hacer alguna denuncia o bien contárselo a sus padres, lo que estaba terminantemente prohibido y siempre se los remarcaba desde esa posición de poder que ostentaba. Así era como de inmediato todos se llamaban a silencio y pasaban automáticamente al olvido las iniciativas de ver la posibilidad de acudir a la justicia.

Una vez, uno de los pibes le robó una calculadora científica. Cuando volvió a concurrir a su casa, el abogado lo interceptó en la puerta y le dijo:

–Vos estás suspendido…No entrás.

–¿Pero qué pasó Gustavo?

–Y no sé, calculale a vos qué te parece -le respondió irónicamente y le cerró la puerta en la cara.

Ahí se dieron cuenta los visitantes que Rivas grababa cada uno de los movimientos que ocurrían en su casa, lo dejaba archivado y adoptaba decisiones de acuerdo a lo que observaba en los videos. Lo insólito es que, en muchas ocasiones, las reuniones se transformaban, además de sesiones de sexo, en clases de historia o temas diversos sobre los cuales el letrado se explayaba con los adolescentes que estaban presentes.

En las visitas a su casa, los pibes iban en un número que oscilaba entre cinco y diez. Cuando llegaban, Rivas los atendía en bata y completamente desnudo abajo. La mayoría quedaba en la planta baja de su residencia, aprovechando la picada de quesos, jamones, empanadas o pizzas, con las que los recibía el doctor, pero otros ascendían al primer piso, donde estaba su habitación, con música suave y una tenue luz roja, para ambientar el encuentro sexual. “Ustedes sírvanse a gusto nomás, gurises”, les ordenaba a quienes quedaban en la parte de abajo. Estos se ubicaban en la amplia mesa, con vidrio arriba y a un costado tenían una de las bibliotecas, donde podían también retirar libros o videos que les podían interesar. En otra parte de la casa, también disponía de una sala privada, con varias marcas de whisky y cigarros importados de Centroamérica.

Luego que pasaba uno de los jóvenes al dormitorio, Rivas se comunicaba desde la planta alta a través de un intercomunicador y llamaba a algún otro para que accediera. Siempre había un premio en dinero y para aquellos que iban más seguido y si se transformaban en sus preferidos, los recompensaba con prendas de vestir o calzado. También, a esos seleccionados, les entregaba dinero para que luego concurrieran a alguno de los prostíbulos de Gualeguaychú. Como su “caza” principal se daba en los colegios, a los que él frecuentaba con asiduidad, se refería a los grupos de jóvenes que más le satisfacían diciendo, por ejemplo, “los del Nacional de segundo tercera andan bien, eh?”, para destacar que eran los más cumplidores en lo sexual.

Desde hace muchos años Rivas se desempeña como docente y apoderado legal del Instituto Agrotécnico. Un ex alumno de dicho colegio, recordó que por los años 1999-2000, cuando aún el Agrotécnico sólo tenía alumnos varones, era sabido que el abogado se dedicaba a invitar a algunos jóvenes para que fueran a su domicilio. Uno de los directivos de dicho colegio en esa época, se complotaba con él para organizar “fiestas” en casa de Rivas, a la que también asistían alumnos.

Algo parecido concretaba con los jóvenes de la ENET, donde van solamente varones. En especial en las fiestas anuales de carrozas estudiantiles, en las que el abogado siempre tuvo un rol preponderante y en la actualidad es una especie de asesor honorífico. Varios de los grupos de alumnos de esa escuela técnica concurrían a la casa de Rivas, porque era quien se encargaba de conseguirle pintura y hierros, además de darle dinero, para las carrozas que participaban. Incluso, cuando algún otro colegio se enteraba de tal posibilidad, dejaban de recaudar fondos con rifas o venta de comidas y concurrían también a la casa de calle Mitre para pedirle colaboración al doctor. Incluso, los propios coordinadores sugerían esa idea perversa. Obviamente, a cambio de ello había que cumplir con los requerimientos sexuales.

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.

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