LOS ABUSOS DE GUSTAVO RIVAS: PRIMERA NOTA.

ANÁLISIS DIGITAL publica este lunes (7 de agosto de 2017) la nota completa de la revista, sobre los abusos a menores de Gualeguaychú, cometidos por el abogado Gustavo Rivas y por lo cual fue imputado y citado a indagatoria. Una historia que duele, conmueve y que también generó un extenso debate en todo el país, sobre la soledad de las víctimas y la exigencia a una sociedad, para comprometerse en serio con ese silencio de décadas, como secuela de un abusador serial que se divirtió impunemente con miles de jóvenes, sin importar sus consecuencias. La justicia y la sociedad de Gualeguaychú tienen ahora el desafío de poner las cosas en su lugar y condenar al hombre de doble vida, que corrompió y abusó a tantos adolescentes.

La doble vida del doctor

Durante más de 40 años, el abogado, historiador, personaje ilustre de Gualeguaychú y ex candidato a gobernador por la Ucedé, Gustavo Rivas, cometió graves abusos y corrupción de menores en su ciudad. Los cálculos más moderados indican que, por lo menos, corrompió a más de 2.000 adolescentes de entre 15 y 16 años, entre 1970 y más allá del 2010. Les pasaba videos pornográficos; los masturbaba; les practicaba sexo oral; se hacía penetrar o colocar elementos importantes en su ano, en encuentros semanales en su casa. Nunca nadie lo denunció ante la justicia, por temor al poder que sigue teniendo en la sociedad de Gualeguaychú. Por primera vez, ANÁLISIS cuenta en detalle las atrocidades cometidas por el abogado, después de casi un año y medio de investigación periodística.

Daniel Enz

Cada viernes o sábado se preparaba como nunca. Disfrutaba esas tardes, mirándose al espejo y engominándose el pelo. Había que ajustar todos los detalles para fotografiar o filmar a sus víctimas. Ya sea en su domicilio particular o bien en la vieja casona de Urquiza al Oeste, en Gualeguaychú, que ya no es de su propiedad. Ningún pormenor debía quedar al azar: la heladera tenía que estar llena de fiambres y quesos y no podían faltar bebidas. Con alcohol y sin alcohol. El proyector de 8 milímetros o el video de VHS -según la época- debía funcionar correctamente y las películas pornográficas compradas en Capital Federal tenían que renovarse cada semana. En esa misma Buenos Aires hacía revelar el material fílmico, para que nadie se entere en Gualeguaychú.

Solamente había que cargar dinero a la billetera, subirse a su moderno vehículo y empezar a recorrer. Así comenzaría la caza. Como un lobo hambriento. Ese mismo ritual lo cumplimentó casi a rajatablas durante más de 40 años y a la vista de todos. Pocos desconocían en Gualeguaychú cuáles eran las preferencias del doctor.

En su rostro había felicidad y deseos de sodomización. Nada podía detenerlo. Era su juego de doble vida, que lo llevó adelante desde 1970 -aunque no pocos indican que algunos episodios ya se registraron a fines de la década del ’60- hasta por lo menos el 2010, casi sistemáticamente y sin importarle nada, quizás, como consecuencia de su “poder” social y la impunidad que esa situación le determinaba. Ni siquiera tuvo piedad con hijos de sus propios amigos o allegados. Aunque la gran mayoría -o casi todos- nunca se enteraron qué hacían los pibes puertas adentro de las casas del doctor.

Durante los días hábiles, Gustavo Rivas era el abogado brillante, el hombre culto de Gualeguaychú; el docente querido y el notable expositor de los más variados temas de la ciudad. Pero entre viernes y sábado se transformaba. Sus deseos sexuales lo convertían en el hombre más perverso de la ciudad. El que no tenía problemas en reclutar jóvenes para hacerlos debutar sexualmente con sus 14 o 15 años, a cambio de unos pocos pesos para la salida nocturna posterior. A principios de los ’80, en uno de los tantos encuentros semanales con los adolescentes, les dijo muy suelto de cuerpo: “yo tengo un registro de cada uno de ustedes. Y por casa ya pasaron más de 400”. Ese detalle incluía el nombre completo de cada uno, datos de sus padres, una foto del rostro como así también del miembro viril, al que en no pocas veces hasta lo medía erecto, con un centímetro, como parte del rito perverso. “Vos sí que tenés mucho futuro acá conmigo”, le dijo a uno de los pibes, por el tamaño de su pene, después de practicarle sexo oral.

En 1970, a poco de recibirse de abogado en la Universidad de La Plata, retornó definitivamente a Gualeguaychú y comenzó a desarrollar su plan de seducción permanente. Tenía 25 años, su padre había amasado una importante fortuna con sus negocios empresarios y la suerte del azar y disponía de dinero para moverse sin tropiezos. Además, ya era profesor de Formación Moral y cívica en el Instituto Agrotécnico y estaba muy ligado a las actividades del Club Neptunia, que siempre fue su entidad preferida y donde su padre fue presidente. De hecho, hay quienes sostienen que fue en ese club donde primero comenzó a reclutar chicos, el entonces joven Rivas, en la década del ’60.

Sus acciones las concretaba, fundamentalmente, en un bulín ubicado en una calle de tierra de la ciudad, lejos de la zona céntrica que, evidentemente, estaba acondicionado para sus encuentros sexuales. Sus primeras víctimas, de esos tiempos, quienes en su totalidad tenían 15 años, no recuerdan en detalle la dirección, pero sí saben de sus características. Algunos entienden que quizás era una propiedad familiar ubicada en proximidades del actual Corsódromo, que no existía como tal a mediados de los ’70. Allí estaba la estación del Ferrocarril. Testigos de un episodio sucedido en 1977, recuerdan que los convocó a esa pequeña vivienda, para pasarles una película pornográfica. El juego determinaba que apenas se iniciaba el film en 8 mm, los pibes, previo sentarse cómodos en una amplia habitación, se iban a bajar los pantalones y comenzarían a masturbarse. “Yo los voy a ir filmando a cada uno y veremos quién se masturba más veces”, les dijo. Todos se sorprendieron cuando Rivas se desnudó completamente y con la cámara en la mano los fue filmando uno por uno y en especial cuando eyaculaban.

A ese lugar se fueron sumando otros domicilios de convocatoria para las fiestas sexuales de Rivas. También desarrollaba episodios de la misma naturaleza en la casa familiar, en Urquiza 541, donde vivía con su madre hasta que la mujer falleció, en el 2001, como así también en la residencia de fin de semana, que tenía en Urquiza al oeste. Era una casa de varias habitaciones y una de ellas especialmente acondicionada, con luces rojas, además de contar con una importante pileta de natación. Era conocida su actitud, en la casa de su madre: se encerraba con pibes del básquetbol del Club Neptunia, en su habitación, pero ella nunca se enteraba de lo que allí sucedía. Tenía una obsesión especial con los adolescentes de las divisiones inferiores de su club, sobre quienes siempre ejercía ascendencia. Y esa porción de poder la mostraba todo el tiempo. A los jugadores de Neptunia, en cada partido, los recibían con cánticos relacionados a la condición sexual de Rivas, en especial en los desafíos ante Central Entrerriano.

Sus juegos sexuales también se extendieron a las embarcaciones: primero tuvo un crucerito, comprado en 1978 y luego pasó a un crucero importante, de más de 10 metros y amplias comodidades en camarotes, denominado Frenesí, que llegó a ser el más impactante de la zona. Nadie llamaba la embarcación por ese nombre; para todos era El barco del amor, en clara alusión a la serie de televisión estadounidense que se emitió en la cadena ABC entre los años 1977 y 1986 y que se denominaba El crucero del amor. Lo tuvo hasta 1993, en que decidió venderlo. Pero los paseos de pibes de entre 15 y 16 años en tal embarcación, por el río Gualeguaychú, eran habituales los fines de semana. Casi todos los veranos, Rivas zarpaba desde el club Náutico, cargado de jóvenes con destino al balneario Las Cañas, en Fray Bentos. Para los adolescentes de clase media, que se le dificultaba económicamente ir a vacacionar a la Costa Atlántica o porque no tenían el permiso de sus padres, pasar una semana acampando en Las Cañas era una verdadera opción para divertirse. A 40 km de Gualeguaychú, en ese entonces Fray Bentos era una ciudad tranquila, con clima familiar y muy segura, lo que les daba seguridad a los padres de los chicos al saber que iban a estar en una localidad cerca de Gualeguaychú y con una movida nocturna de pueblo donde nunca pasaba nada de qué preocuparse. Muchos chicos querían ir a Las Cañas y Rivas siempre tenía la amabilidad de llevarlos.

Durante el viaje en el yate, el doctor detenía su embarcación en algún banco de arena en el río Uruguay, para que los jóvenes nadaran o se tiraran clavados desde la cubierta del yate. Mientras tanto, el abogado aprovechaba para sacarles fotos, y luego se las enviaba a la casa de regalo. En una oportunidad, donde el alcohol había comenzado a correr entre los navegantes, se apareció vestido con ropa interior femenina de encaje y más de uno luego contó que arriba de ese yate hubo jóvenes con unas copas encima que tuvieron sexo con él.

Los adolescentes siempre encontraban bebidas y comida en abundancia, buena música y un lugar acogedor, donde el abogado desplegaba sus virtudes sexuales, bajo una tenue luz roja también, que hizo instalar especialmente en el camarote, como si hubiera sido una pieza de motel. Así estaban acondicionadas algunas de las habitaciones de sus casas.

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.

Sé el primero en comentar en «LOS ABUSOS DE GUSTAVO RIVAS: PRIMERA NOTA.»

Dejar un comentario