El tribunal le impuso a Rodrigo Pardo una condena de cuatro años de prisión por delitos considerados como de narcomenudeo. El kiosco de venta de cocaína y marihuana funcionaba frente al club Estudiantes de Federación. Los pasamanos se sucedían a diario, a plena luz del día y a la vista de todos, a metros de un playón deportivo donde niños de todas las edades corrían detrás de una pelota. La denuncia, puntillosa, daba el domicilio exacto donde funcionaba el kiosco de droga, en una casa ubicada justo enfrente del Club Atlético Estudiantes, señalaba quién lo regenteaba, las características personales del dealer y hasta el auto que utilizaba.
Dos semanas le tomó a los policías de Federación comprobar lo que un vecino, bajo reserva de identidad, les había detallado; y el 31 de octubre de 2015 irrumpieron en la casa donde vivía Rodrigo Javier Pardo y desarticularon el kiosco de venta de cocaína y marihuana al menudeo. En el lugar había medio kilo de marihuana y 82 gramos de cocaína. La droga estaba fraccionada y acondicionada para la venta, pero también se hallaron envoltorios y demás elementos indicativos de que la droga estaba lista para comercializar. También se secuestraron 10.732 pesos en billetes de distinta denominación y teléfonos celulares con mensajes que daban cuenta de operaciones de venta de estupefacientes.
Los policías, además, aportaron fotografías donde se advierte la llegada de personas a la casa, mantenían breves diálogos con Pardo u otra persona –presumiblemente el hijo de su pareja– y realizaban los típicos intercambios de droga por dinero.
Ayer, jueves 24, el Tribunal Oral Federal de Paraná condenó al muchacho a la pena de cuatro años de prisión por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y le impuso el pago de una multa de 2.000 pesos. Sin embargo, los jueces no hicieron lugar al pedido para aplicarle la agravante de que el kiosco funcionaba en las inmediaciones de un establecimiento de enseñanza o de una institución deportiva o social, que le hubiera significado una pena más severa, como había solicitado el fiscal José Ignacio Candioti.
La denuncia presentada por un vecino bajo reserva de identidad reclamaba una urgente intervención judicial para hacer cesar las actividades de narcomenudeo, en un barrio de sectores medios y bajos, a unas cuantas cuadras del centro de Federación.
Decía el denunciante que muchas veces las operaciones de venta de cocaína y marihuana se realizaban en la calle, a metros del playón deportivo del Club Atlético Estudiantes, mientras los chicos corrían y pateaban una pelota.
“Llegaba bastante gente a la vivienda”, dijo el policía Ernesto Javier Molina, que encabezó las tareas de vigilancia que se realizaron durante dos semanas sobre la vivienda y fotografió las transacciones que allí se acometían. “El club estaba cerca, los chicos jugaban (en un playón) y los compradores iban y realizaban los pasamanos a la vista de todos”, acotó el policía.
En los informes policiales quedó asentado que al menos en dos ocasiones fue Pardo quien realizó los pasamanos con clientes ocasionales.
Los mensajes de texto recolectados sobre los teléfonos secuestrados en la casa son reveladores: “¿Hay merca, loco?”, pregunta un cliente; “traeme un pedazo de faso”, dice otro; “seis bolsas de faso necesito ya mismo”, le pide otro. Pardo aseguró en el juicio que no utilizaba teléfono celular y cargó la responsabilidad en el hijo de su pareja.
Esos elementos fueron considerados por los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Noemí Berros al momento de imponer la condena de cuatro años para Pardo. Los fundamentos de la sentencia se conocerán en una semana.
Rodrigo Pardo, de 24 años, se presentó como albañil, aunque los policías que lo investigaron aseguraron que nunca lo vieron trabajar. Durante el juicio intentó desligarse de la acusación diciendo que no vivía en la casa aunque iba a diario a buscar a sus hijas, pero que no ingresaba a la vivienda porque tenía una restricción impuesta por un fiscal provincial y que la droga que se encontró en el lugar le pertenecía a un hijo de su pareja, menor de edad.
Sin embargo, hay fotos que lo ubican en el lugar y él mismo les dijo a los policías que realizaron el allanamiento que vivía allí; aunque ayer dijo que lo hizo “por sus hijas, como un hombre de familia” (sic o sea, cita textual).
De hecho, los policías encontraron marihuana en la habitación que ocupaba el adolescente y también 42 envoltorios en una mochila que le pertenecía, según lo reconoció su madre. Sin embargo, el joven quedó desligado de la causa.
Pardo, por su parte, tenía dosis de cocaína en la billetera y también en el automóvil que utilizaba, aunque dijo que era para consumir. De hecho un informe elaborado por el perito judicial lo presenta como un consumidor diario de marihuana y ocasional de cocaína, aunque desde la adolescencia
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