La política del gobierno de la provincia de Entre Ríos generó en la población de Federación un alto grado de ansiedad, de angustia y un gran sentimiento de impotencia hacia un futuro que no había elegido, y de cuya planificación había participado en forma muy limitada. De esta manera, se llegó al traslado poblacional en si, en el cual el Stress Multidimensional de Relocalización (SMR) alcanzaba su clímax. Al federaense se le exigió renunciar a un entorno que había creado cotidianamente, para trasladarse a una ciudad que, a pesar de la corta distancia que la separaba de Federación, le era desconocida y de cuya realización no se sentía partícipe. En forma paralela, la nueva ciudad estaba en plena construcción lo que originó que el traslado se desarrollase con grandes dificultades (Catullo, 1998/1999: 80).
Un informante de la comunidad expresaba así la situación: “Solo estaban las viviendas construidas. No todas ellas terminadas. Ha habido casos de gente que se ha trasladado sin puertas, sin ventanas, y en el caso de los dúplex sin escaleras, no es cierto? (…) No había iluminación en las calles, no había veredas, no había teléfonos. Estaban las viviendas no terminadas aún y nada mas. O sea, se siguió durante dos años, mas inclusive, en un régimen de obrador., porque el municipio no tenia injerencia, no es cierto?. La empresa estaba trabajando y le resultaba molesto el público, inclusive había problemas de seguridad. Pienso que fue una situación bastante embromada en ese momento, no es cierto (…) De ninguna manera estaba en condiciones de ser habitada”. (Catullo, 1987: 51) Paralelamente se iba produciendo el derrumbe de la vieja ciudad. A medida que la población se trasladaba, las topadoras demolían las antiguas casas, como lo expresa en el siguiente párrafo extraído de una entrevista a un informante federaense: “Nos tuvimos que mudar cuando la ciudad no estaba terminada. Por cuestión de tiempo nos tuvimos que mudar cuando no estaba lista, y simultáneamente se iba destruyendo la vieja ciudad. Entonces vos estabas en tu casa y veías.., sentías cómo las topadoras día a día se iban acercando a tu casa. Entonces se iban mudando por franjas hacia arriba a medida que las topadoras iban llegando. Fue espantoso… Nosotros nos mudamos en la segunda tanda, en mayo; la primera tanda se mudó en marzo… Nosotros nos mudamos en mayo o sea un mes y medio o casi dos meses después. Durante esos dos meses sistemáticamente escuchamos los ruiditos de las topadoras… Había una que hacía pí, pí,pí, empezaba a las seis de la mañana, que sentías mas o menos como su estuvieras en una situación de guerra, algo así. La sensación fue realmente horrorosa. (habitante del Centro de Federación) (Catullo, Idem.: 52) La importancia que tuvo esta etapa del proceso de relocalización y los sentimientos que generó en los federaenses, queda claramente expuesta en una frase recopilada por Virgolini (l980:50): “Federación debería tener a la entrada un gran arco, como hay en la entrada de otras ciudades, que diga : FEDERACION, AQUÍ SE APRENDE A MORIR”. Por otra parte, la falta de equipamiento necesario en la nueva ciudad produjo a los habitantes serios problemas, como por ejemplo los ocasionados por la ausencia del hospital San José el cual hasta el mes de julio de l982 funcionó en su antiguo edificio en el remanente. Estos trastornos quedan reflejados en las palabras de un informante de dicho hospital: “…Y el problema que teníamos, por supuesto era la distancia. Nosotros no teníamos guardias activas, es decir que había una emergencia y uno tenía que salir corriendo de acá (Nueva Federación) hasta allá (Remanente Vieja Federación) (…) Entonces en eso sí hubo muchos inconvenientes casos de gente que cuando nos llamaban, íbamos y quedaba a veces a doce kilómetros por acá o diecisiete cuando se cortaba acá la ruta. Entonces, bueno, una angina de pecho se transformó en un infarto y se murió. O un chico se atascó de hombros y bueno… no teníamos partera, atendían las enfermas de emergencia, y bueno… se ahogó, se murió por aspiración. Accidentes de este tipo hemos tenido… O que llegue una hemorragia por un parto o un aborto incompleto y nosotros llegamos allá y buenos estabamos desesperados porque ya estaba en estado de shock. Todas esas cosas sí nos tocó vivir y muchas veces, muchas veces” (médico de Nueva Federación).
Ese estado de la ciudad estimuló el aislamiento intracomunitario. Cada federaense vivía su propio drama, no conocía donde vivían sus parientes, sus amigos y tampoco podían transitar por la ciudad. Se acostumbró entonces a quedarse en su casa, con su familia, apartado de los demás y comunicado con el mundo exterior sólo a través de la televisión, por medio de la cual miraba como “otros” actuaban, jugaban, charlaban…. Otro aspecto a tener en cuenta en el caso de Federación, es la desarticulación del vecindario que se produjo con motivo del traslado, donde se modificó no sólo la estructura urbana sino también la ubicación de los habitantes dentro de esa nueva organización espacial. Esto produjo una rearticulación del espacio físico y la pérdida de la imagen del federaense respecto de su ciudad. Asimismo, el diseño de la nueva ciudad, tradujo la falta de conocimiento y de consideración por los valores culturales y sociales de la población federaense (Cfr., Gutierrez y Viñuales, l982.).
El habitante de Nueva Federación experimentó por lo tanto, y especialmente en los primeros años después del traslado, la pérdida del ambiente cotidiano que había recreado día a día. Esa alteración de la organización espacial desarticuló a su vez, las relaciones, es decir aquellas que “llevan consigo el intercambio de servicios, información y aprobación personal entre aquellos que viven y que habían estado tan consolidadas en la antigua trama urbana (Cfr., Catullo, l987:l2l y ss.). Se produjo entonces una dispersión de las unidades barriales constituidas a través de muchos años de convivencia diaria, como se traduce en las palabras de una residente: “Sabe qué?, sabe qué?, que estamos de…, no somos los mismos vecinos de antes. Somos todos conocidos, todos, porque en una ciudad chica somos todos conocidos. Somos todos…, pero entonces salgo a la calle y me encuentro con una conocida, una amiga, ¿dónde estás vos? ¿dónde estás ubicada? Yo en tal parte… o voy a hacer un mandado, por ejemplo y me encuentro con Fulana: ¿pero vos estás acá? ¿Y la otra Fulana donde está? Y así nos…estamos. No somos los mismos vecinos”. Por supuesto que también los grupos relocalizados en el Remanente se vieron afectados por la desarticulación de sus vecindarios y de las asociaciones barriales y, al mismo tiempo, por la dispersión de sus familias extensas ya que algunos de los miembros del grupo familiar pudieron acceder a la posesión de una vivienda en la nueva ciudad debilitándose de esta manera las relaciones parentales con aquellos que permanecieron en el antiguo emplazamiento. Ello provocó una continua añoranza por el anterior vecindario y una actitud de desconfianza y recelo ante los nuevos vecinos, según se expresa en el siguiente párrafo extraído de una entrevista efectuada a un informante local: “Y allá, en el barrio de nosotros, en el barrio La Virgen, como ser… si se me descomponía mi marido yo llamaba a uno de mis hermanos, mi madre y ya estaban todos los vecinos de los alrededores (…)… Y …si..uno obligadamente tiene que quedarse, que va ser, ya uno tiene acá, tiene que quedarse. Yo… gustarme no me gusta porque yo ya les digo, yo extraño mucho a la gente porque… ya eramos mas unidos y todo…. Acá no hay unión, yo extraño todo eso, vió …”(Catullo, idem: 55).
La falta de comunicación con los vecinos en los diferentes contextos espaciales, como por ejemplo la calle, “el boliche”, los comercios diarios, afectó ese intercambio de servicios, de información que se había construido a través del tiempo y que conformaban parte de la vida diaria de los federaenses. Recurriendo nuevamente a las palabras de los informantes, una habitante del Barrio Residencial señalaba: “Lo que pasa es que toda la gente venía a casa. La casa era una casa muy vieja, muy tradicional, donde el zaguán vivía abierto día y noche y ahí entraba todo el mundo, todo el mundo entraba… aparte… mi suegra tenía sus amistades, yo tenía las mías, los muchachos tenían las suyas, las chicas… entonces, estaba en el centro y todo el mundo llegaba a esta casa y eso nosotros extrañamos porque acá quedamos muy lejos.(Catullo, Ibídem).
Esa desarticulación trajo consecuentemente el resquebrajamiento de las instituciones intermedias que representaban a los diferentes vecindarios y que favorecían la solidaridad dentro de los mismos. Así desaparecieron el Club San Lorenzo, el Club Estudiantes, y otras tradicionales instituciones intermedias, que eran el orgullo no sólo de sus asociados sino también de todo el barrio. En la etapa posterior a la relocalización, el único club que, por su presencia “tradicional” y por la política “de apertura” implementada por la Comisión Directiva del Club, recibió terrenos por parte de la CTM y construyó sus primeras instalaciones, fue el Club Social el cual ya no nucleaba a las familias tradicionales de Federación y a sus profesionales, sino que reunía a actores pertenecientes, fundamentalmente, a los sectores medio y medio-alto de la comunidad y con un énfasis en lo deportivo. Esto provocó la reprobación de los asociados mas antiguos que no se adaptaban al cambio y a su vez, el desagrado de los sectores socioeconómicos mas altos que perdieron uno de los símbolos relevantes de diferenciación social de la vieja ciudad, según queda expresado por un informante de la comunidad: “Era el único lugar (el Club Social), además, un lugar lindísimo, un lugar de reunión, pero estaba mas separado el grupo, así … de gente (…).Vos viste como estaba la ciudad vieja, había un barrio que estaba totalmente diferenciado, que era el San Lorenzo, con el Centro. Y los lugares donde frecuentaba la gente del Centro jamás iba gente de San Lorenzo, en cambio acá no, acá está todo mezclado. Está mas mezclado porque vivimos, viste? No hay un barrio distinto como ellos tenían antes. No tienen su club que antes lo tenían; entonces ellos se vinieron al Club Social…”(Catullo, idem:56). Por otra parte, a la ausencia de instituciones barriales debe sumarse la carencia de espacios privados de uso social donde se generaban y estimulaban las relaciones interbarriales y que en el anterior emplazamiento estaban representados por las confiterías y los “bares”
La población de Federación había perdido sus lugares, aquellos rincones que favorecían la cohesión social, que extendían la red de relaciones sociales, donde diariamente se protagonizaban hechos que luego quedaban registrados en la memoria colectiva: “Es lo que yo decía que uno extraña; extraña el ambiente… porque allá estábamos todos ubicados, no es cierto? Teníamos .., no es cierto? Porque desde papá, desde que papá era joven, no es cierto? Iba a un lugar, y después fue mi hermano mayor, después fui yo y…, no es cierto? O sea que es una cosa de años, no es cierto? O sea que acá cuando nos trajeron, por empezar nos desubicaron a todos, no es cierto? Nada que ver donde estábamos Fulano o Zutano. O sea que la gente se entreveró toda, no es cierto? Y falta ese ambiente que yo ahora, a las nueve de la noche, ya sabía que a Fulano lo encontraba en el café, no es cierto? Bueno, ahora ese Fulano no sabe adonde ir, donde está el ambiente de él, porque no se formó , no es cierto? Y yo tampoco, entonces yo no salgo y el otro no sale porque no tiene… no es cierto? Y eso cuesta, eso va a costar años”.(Catullo, Idem:57). Esas pérdidas provocaron en la población una gran nostalgia por el pasado, un pasado sin el cual el presente no tenía razón de ser y el futuro se vía envuelto en una gran signo de interrogación, como señalaba un poblador en l979: “Yo le dije a alguno, hace cuarenta años que estamos esperando. Estábamos esperando que nos cambien, no es cierto? O qué es lo que nos iba a pasar, nos hacían el pueblo o no nos hacían el pueblo. Y ahora vamos a seguir esperando diez años mas, qué es lo que va a pasar con Federación, si Federación aumenta o quedamos igual otra vez, no? Y porque ahora estamos esperando otra vez, si, está muy lindo todo, está al pelo todo, pero estamos esperando a ver, para donde va la salida, a ver si,… si va para arriba o si… o si quedamos otra vez igual, igual.”(Catullo, Ibídem).
Durante la etapa que prosiguió inmediatamente al traslado, la apatía, la abulia envolvieron a Federación Su participación en la vida comunitaria era casi nula, puesto que cada uno debía hacer frente a su propio “drama”. La nueva ciudad se había transformado en una especie de “gran maqueta” desarticulada, donde cada individuo, cada familia debió desarrollar sus propios mecanismos de adaptación ante la modificación tanto del medio ambiente natural como social.
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