Si este 17 de octubre es un Día de la Lealtad diferente no lo es solamente por la pandemia de coronavirus ni por cumplirse el redondo aniversario de los 75 años de la movilización popular que logró la liberación de un estadista llamado Juan Domingo Perón. Si este 17 de octubre de 2020 tiene algo de particular es que permite mirar el país, la provincia y la ciudad con ojos justicialistas: hay una línea uniforme en la idea política que gobierna estos tres lugares. Pero ni siquiera este alineamiento político partidario debe ser analizado como una particularidad notoria o sobresaliente. No. Dejemos al país y a la provincia. El país aparece gobernado por alguien que hace de la moderación una forma de gobierno y que busca los consensos dentro y fuera del partido. Y pretende hacerlo mostrando que en el péndulo puede haber una forma de gobierno. El viejo Perón iba de derecha a izquierda conformando a tirios y troyanos; Alberto Fernández va del centro al centro derecha que hace como que lo comprende pero que le llena la calle al menor pestañeo. En la provincia Gustavo Bordet no tiene una oposición maciza como sí la tiene Fernández y por eso mantiene un perfil positivo alto, pero en cualquier momento la cuestión ambiental irresuelta en Entre Ríos (por citar solamente un frente de batalla en ciernes) dejará de ser testimonial. Pero habíamos dicho, escrito, que dejáramos la provincia y el país para posteriores análisis.
Hay que hablar de la ciudad.
Y para hablar de la ciudad hay que centrarse en la figura del presidente municipal Ricardo David Bravo. Pasadas las elecciones que le dieron la victoria al Partido Justicialista es el propio partido quien le pasa factura al maestro mayor de obras que ahora hace lo posible por conducir los destinos de los federaenses. Para hablar de la ciudad de Federación hay que hablar de cómo el propio peronismo muestra que con Bravo debió tragarse el necesario sapo para lograr la intendencia de la ciudad termal pero que ahora parece vomitarlo día por medio. A la vista está el mediático pelirrojo abogado Andrés Messina que de denunciar situaciones complejas pasa a transformar brisas en tsunamis. Y esto solamente por nombrar lo de mayor evidencia ya que, a la manera de la ola que horada la roca, hay otras situaciones tan invisibles como dañinas. El accionar de alguien que nunca soportó la idea de que Bravo fuera el conductor en esta hora, el médico Alejandro Buchanan, aporta sombras sobre un frente de tormenta. Se dice en voz baja que los empleados radicales de la Municipalidad se benefician con partes de enfermos cuyos certificados serían suministrados por el médico. Se dicen, en realidad, muchas cosas. Y estos dimes y diretes no hacen más que reflejar las ganas de que a Ricardo le vaya mal.
¿Quién quiere que a Ricardo Bravo le vaya mal? A muchos. Desgraciadamente para la ciudad, hay peronistas desconformes con la figura del intendente; son peronistas que solamente son leales a ellos mismos. Y no les bastó que fuera Bravo quien abriera el abanico y colocara en el gabinete –y en sus proximidades- a representantes de todos los sectores internos justicialistas federaenses ¿A todos? No. Dejó afuera a un peronismo residual y artífice de las anteriores derrotas sucesivas del partido en la ciudad.
Pero este iba a ser un apunte sobre el Día de la Lealtad en Federación. A lo mejor, justamente, por eso es que lo expuesto líneas arriba tenga implícita la pregunta, ¿qué grado de lealtad genera Ricardo Bravo? ¿Quiénes son leales a Ricardo? Esta es la pregunta del millón porque en su respuesta está también la respuesta a otra pregunta ¿Tiene poder verdadero el intendente de Federación? Si ya acomodó a propios y extraños; si colocó en el gabinete a los diferentes sectores internos del partido; si ya se sacó las fotos necesarias, ¿por qué los compañeros se la hacen tan difícil?
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