¿Cómo pensar lo que ya no existe? ¿Cuánta fé podemos tener en nuestra fé? ¿Cuál es la forma de creerle a Dios?
Algunas preguntas que hago en todo éste tiempo en donde la vida se comprimió un poco dando salto a lo que se entiende como vacío. Ahí mismo pienso nuestra existencia. Sin conocer nuestra historia es imposible sabernos como un todo. Como seres sociales que a su paso transforman lo que se le es dado como orden natural y se transforman a si mismo. En ese sentido a los federaenses la historia y la naturaleza le fueron dando variaciones de sus vivencias. Tres asentamientos marcados por invasiones, una represa, un traslado, la dictadura y las aguas termales como resurgimiento.
En fin, ¿donde estuvo Dios? En el sentido de la conciencia que todo lo ve y todo lo sabe. Ese Gran Otro que hablan los psicoanalistas. En la potencia que es hoy la ciudad. ¿Tal vez?
¿En qué lugar quedó la memoria de lo que somos?¿Cuando algo se pierde hacia dónde va? ¿Qué vamos a ser?
Para respondernos hay que generar ese encuentro entre las memoria colectiva y el inconsciente colectivo que almacenan relatos que van entre la melancolía, la angustia y la felicidad.
El punto es que hay que ser concretos en generar esa memoria viva y activa en un espacio determinado en dónde se pueda repensarnos, ver lo que fuimos y seguir recreando el pasado para generar «presente» y construir un futuro sólido.
La cultura federaense tiene un problema social y es un problema en si mismo. Pero las soluciones van a venir de la mano de las decisiones políticas en sostener los andamios del pueblo desde sus órganos fundamentales.
Hoy necesitamos un centro para confluir en los análisis históricos, geográficos y antropológicos de nuestra identidad. Somos tres asentamientos.
Una sola identidad. Es hora de tener nuestro espacio para volver a pasar por el corazón de nuestra historia. Un legado para las futuras generaciones. Para no desaparecer. Para seguir latiendo.
AUTOR: Aldo Moretti García.-
FOTO: Pedro Luis Raota.-
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