LOS CARABAJAL: EL PATIO SANTIAGUEÑO EN EL LUNA PARK.

Kali es Kali y Musha es Musha, por más que la fuerte impronta de un apellido (Carabajal) suelde sus nombres en uno, casi. Kali, presente desde el minuto cero del grupo, dice que Buenos Aires es bella hasta cuando llueve con frío y viento. “Me gusta esta ciudad, en todas las circunstancias”, sentencia uno de  los fundadores de Los Carabajal. Su hermano menor, en cambio, prefiere el sol asesino de Santiago del Estero a este clima hostil que se apodera de la ciudad, cada que vez que el otoño empieza a caminar. “Me quedo con el calor y el paisaje de Santiago”, retruca don Mario “Musha” Carabajal. Los dos están juntos, igual. Tan juntos como el noventa por cierto del tiempo transcurrido entre el primer concierto del cuarteto, allá por febrero de 1967, y hoy. “No puede ser el cien, porque Musha se integró un año después, en 1968”, detalla Kali, a punto de festejar los cincuenta años de la agrupación, hoy en el Luna Park (Madero 470), con Walter (hijo de Kali) en guitarra, y Blas Sansierra en voz. “Para nosotros se aproxima un hecho cultural único e irrepetible, porque no es fácil conseguir ese espacio para el folklore. Pero nuestra historia creo que merece un marco así para reunir a toda la provincianía. Por eso invitamos a Horacio Banegas, a los dúos Orellana-Lucca y Koki y Pajarín, a Néstor Garnica, Juan Saavedra, Luis Landriscina, Cuti, Roberto, Peteco, y todos los que formaron parte del grupo durante algún momento de su historia”, enumera Musha, sobre los artistas que apuntalarán con sus presencias el cincuentenario musical. “Además, el Luna tiene que ver con sentimientos de muchos que somos del interior, porque es un lugar que fuimos conociendo a través de las contiendas deportivas”.

No van más de treinta palabras de charla y a un Carabajal ya se le dispara una nostalgia, que no es ni por asomo un sentimiento privativo del tango. Casi se le humedecen los ojos al sobrino de Carlos y Agustín, cuando se acuerda de las peleas de box que escuchaba por radio, y las fantasías que le provocaba poder estar alguna vez allí. “Era y es un lugar emblemático y fundamental para la noche de Buenos Aires, y muchos de nosotros, en las provincias, soñábamos con estar allí alguna vez en nuestras vidas ¡y qué mejor que hacerlo a través de esta historia! ¿no?… de esta celebración, con toda la pureza que tiene, incluidos los cuatro hilos conductores que nos movilizan: la identidad, la familia, los amigos y el patio de tierra. Vamos a trasladar el patio del barrio Los Lagos, de la casa de la abuela, o cualquier patio santiagueño, al Luna Park”, se entusiasma Musha, en una patriada que, por supuesto, requiere mucho esfuerzo. “Mucho esfuerzo, mucho personal y mucha gente ayudando”, despliega Kali, “porque se necesita mucha estructura para armar un recital en un lugar tan importante, y más si tenés como objetivo lograr una noche inolvidable llegando a los corazones de la gente”.

–Bueno, digamos que solo invitando familiares y amigos lo llenan

Musha Carabajal: (risas) –Totalmente, tenemos asegurado el cincuenta por ciento de las instalaciones del Luna Park… sí, los amigos le ponen una cuota de amor a esta historia que la sienten como propia. Ya sabemos que va a venir gente de Comodoro Rivadavia, de Río Gallegos, de Tucumán, de Córdoba, de La Rioja y del Chaco, que ya tienen comprados sus lugares. Y esto es una muestra de amor incondicional, porque algún aporte hemos hecho ¿no?

Según Musha, fueron ellos los que le cambiaron el ritmo a la chacarera a través del tempo del rasguido. Sobre todo Agustín Carabajal, creador del grupo, a quien ellos consideran “el revolucionario” de la familia. “Después está el hecho de que nosotros no llegamos al reconocimiento popular por un solo tema, porque si empezamos a nombrar tenemos ‘La Telesita’, “Pampa del Guanaco”, ‘El puente carretero’, ‘Entre al pago sin golpear’, ‘Perfume de carnaval’, ‘La pucha con el hombre’, son incontables los temas que salieron de la familia, para que el género se revitalizara y generara un recambio, que se traslada a las peñas folklóricas, y a los colegas que arman su repertorio. Creo que estas son razones por las cuales hemos estado cincuenta años trabajando y grabando”, sostiene el guitarrista bandeño.

El mojón temporal que ellos toman para justificar los cincuenta años ancla en la primera vez que actuaron en público, a principios de 1967, con dos titanes del pago (Carlos y Agustín, que por entonces formaban parte de los Ckari Huainas), más Cuti, hermano menor de ambos, y el mismo Kali. “Me acuerdo que nuestro padrino eran Cachilo Díaz y su señora María Luisa, y a partir de ese día comenzó a rodar un proyecto del que recién tomamos conciencia con el correr de los años”, evoca Kali. “A partir de ahí comenzó la lucha por imponer un estilo de canto, porque era una época en la que pegaba muy fuerte la música de Salta, donde había poetas y cantores muy buenos ¿no?… era lo que estaba de moda, y nuestra idea fue hacer algo parecido a ellos con respecto a la poesía y las canciones”, sostiene el guitarrista, en firme vuelo de memoria larga, y pensando en Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla o Jaime Dávalos, claro.   

Según Kali, Los Carabajal lograron proponer una nueva temática que, aunque sujeta a las raíces folklóricas salamanqueras, modificaron el contenido de las historias. “Las letras tenían que ser no solo regionalistas, sino también universales para que personas de cualquier lugar se sintieran identificadas con el mensaje. Por suerte, no estábamos tan equivocados”, refiere uno de los cuatro pioneros del grupo que, dicho fue, comenzó a surcar las rutas argentinas allá por el segundo lustro de la década del sesenta del siglo pasado. “El primer recital que dimos fue en el Centro Recreativo de La Banda, un club histórico de allá, y lo primero que recuerdo fue que había mucha gente, algo que por supuesto nos sorprendió. Esa noche tocamos ‘Pampa de los guanacos’, ‘La Telesita’, y un gato que se llamaba ‘El papelito’”, recuerda el autor de otro infaltable (“La criollita”) sobre temas que, en esta ocasión, se entremezclarán con un tendal de piezas nacidas con el devenir del grupo. “Sobre todo estos, sí, porque nuestro trabajo fue tratar de interpretar a las nuevas generaciones. Por eso fuimos imponiendo cosas diferentes, más contemporáneas que, sin embargo, nunca se apartan de la raíz”.

–¿Las resistencias a las transformaciones fueron más o menos de las que esperaban?

M.C.: –Es relativo, porque el conjunto ha pasado por muchas circunstancias para llegar a este presente. Y esto es algo que nos llena de satisfacción, porque hubo una época en la que buscábamos la apertura, y la gente misma de Santiago nos encasillaba. Había que hacer chacareras, gatos, escondidos, ritmos rápidos, fiesta, aro-aro….  hasta que empezamos a incursionar en propuestas como “Digo la mazamorra”, o “Como pájaros en el aire”, de Peteco, y mucho no gustaba, pero fijamos la posición de defender nuestra historia musical con la poesía y la música, algo que nos venía de Agustín. Decididamente nos jugábamos a que se prestara atención a la poesía, y a lo que uno iba trasmitiendo con la música. Y hubo un momento que, sí, se nos puso difícil en Santiago, porque no nos contrataban.

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.

Sé el primero en comentar en «LOS CARABAJAL: EL PATIO SANTIAGUEÑO EN EL LUNA PARK.»

Dejar un comentario