POR: Carlos Suárez.-
A mis hijos y a mis sobrinos…
Nada más subjetivo que los recuerdos. Son subjetivos porque los vive el sujeto; no hay un objeto que pueda tener emociones o recuerdos o cualquiera de las muchas cosas de esta vida en este mundo. Nada más subjetivo que los recuerdos. Nada más subjetivo que el recuerdo de mi madre, Odilma Raquel Calgaro, la Ima. Nada más tendencioso que recordar a la madre. Nada más parcial que recordar a la madre. Nada más tergiversado por el paso del tiempo, las emociones, las deudas y las dudas. Mi madre era una mujer más de este pueblo trasladado. Mi madre no era una mujer más de este pueblo.
Nació un 14 de mayo de 1928. Se crió en el Paraje Guayaquil, llamado Colonia Racedo, y fue una de las mayores entre varios hermanos Calgaro; Eva «Beba» Adela(+), Marina, Nilda, Reynaldo (que murió cuando con mi señora andábamos viendo si se venía Rocío o no, en el Hospital «Felipe Heras» de Concordia), Aníbal «el Marciano»Juvencio, Ofelia (que sobrellevó muy bien su Síndrome de Down), Teresita, Antonio Luis (el sacerdote que me bautizó y que murió en un accidente automovilístico en Maciá a fines de 1971) y Juanita. El sobrenombre de Odilma Raquel, «Ima», proviene de la imposibilidad de pronunciar correctamente su nombre (Odilma) cuando era una niña. Decía «Oíma», y desde ahí fue quedando Ima. Algunos la llamaron «Irma» y otros, como Fabián Epelbaum, sabían que en hebreo Ima significa «Madre» ¿Qué tal?
Yo conocí dos Imas. Una, hasta que envejeció y la otra, la que afloró de esa vejez, lectora y actriz de teatro. Pero la verdad, la verdad, es que dentro de ese apelativo Ima cabían diversas mujeres que iban acomodando el cuerpo y la cabeza a situaciones diversas. Siempre fue la «querida» (como él la llamaba) de Ramón Bernardino Suárez, con quien celebraron en noviembre de 2007 los 50 años de casados pero él ya estaba con su cabeza perdida, en otras realidades. Aunque sonreía cada vez que ella se le acercaba. Eso sucedió en lo que fue Ludovico, el fast food de la familia Pessolanni.
En esto de repasar recuerdos, Hugo Ramón Fiamenghy Samaniego, «el Pikle», me contó una vez que ella se enteró por el padre de Hugo, «Machito» Fiamenghy que trabajaba en la Prefectura, que Hugo salía en libertad tras la oprobiosa cárcel en la localidad santafecina de Coronda, donde fue confinado por razones políticas durante la Dictadura. Ella se enteró y fue a avisarle a la madre de Hugo, quien al parecer no sabía bien cuándo iba a suceder eso. Hugo sigue agradeciendo ese gesto. Gestos que identificaron a Ima, que siempre puso la otra mejilla en beneficio del prójimo, como cuando se reunió varias veces para que Cristina Kucharuk hiciera lo posible para dar en adopción a la nena que vivía entre la basura y que fue luego a parar en adopción con el hermano de Ima, Juvencio, en Castelar. O aquella otra vez en la que un vecino, uno de los Centurión, le pidió que, como ella era la única que tenía auto en aquel momento en el barrio cerca del Tiro Federal, (un 4L azul), los llevara al hospital. Ima salió corriendo a bordo del 4L y fue chocada por un político de apellido Bouchet, uno de esos caudillos mal nacidos que siempre hubo en este bendito lugar. Creo que Manuel Abreu era el inspector que hizo el croquis del choque. La Ima iba bien, por su mano pero el otro era un político y aunque tenía toda la responsabilidad, no pasó nada. En otra oportunidad tuvo que «bancarse» ir a Concordia toda una mañana a Tribunales porque dos borrachos se habían peleado a cuchillo y uno de ellos dijo que había sido «en lo de Suárez». Ella soportó pequeñas y no tan pequeñas injusticias como cuando puso un almacén y le fió a todo el barrio ¡y nadie le pagó! Después vinieron dos años de empatar y ganar. (Ayudaron mucho los obreros del Consorcio: los muchachos del Noroeste no tomaban vino en vaso como los federaenses sino en botella).
Habría mucho para contar de la Ima pero no todo es contable, escribible, recordable. Por eso, repito: nada más subjetivo y tendencioso que recordar a la madre. Cada uno tendrá una Ima para recordar. Cada uno que asegura haberla conocido conoció una faceta de las muchas que habitaban en ella. Nadie más que mi hermana Cristina y yo ha conocido a través de la convivencia a esta mujer, una mujer que a veces se creía la Dueña del Mundo. (Cabe acotar que los nietos como mi hija Rocío sí han convivido pero han encontrado una Ima abuela. Así era Ima, le daba a cada uno aquello que cada uno quería ver y oír de ella).
FOTO SOBRE ESTAS LÍNEAS: Jorge Lavarda.
FOTO DE PORTADA: Aníbal Massetto.
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