Fiebre que se degusta y no se padece, esta sería una de las mil definiciones del carnaval. Y sería así porque justamente es una especie de calentura que empieza casi un año antes y llega al clímax en cada una de las noches de desfile de comparsas, el lanzamiento de la espuma, las arengas de los locutores y los aplausos y cánticos de las hinchadas y los turistas. Esta fiebre llamada carnaval, o comúnmente corsos, atrapa al duende popular del baile y el ritmo y lo transforma en fiesta, una fiesta que exige muchísimo trabajo de varias generaciones. Porque desde la abuela hasta los nietos menores todos aportan algo al dios frenético del febrero carnavalesco. Algunos aportan su sentido del ritmo, otros el del baile, muchas mujeres bordan y confeccionan trajes, espaldares, lentejuelas que van y vienen; algunos integran las baterías y le dan duro a los parches; las mujeres jóvenes se transforman en reinas y bailarinas.
Aunque el carnaval de Federación sea una mezcla de otros carnavales de diversos lugares geográficos, ha logrado un perfil y una impronta propios. Es que no en vano hay detrás de los corsos una larga historia que comienza -cuando no- en la Vieja Federación. La diversión no abundaba y después del trabajo duro en los aserraderos había que hacer algo para distraerse; había que olvidarse «por cuatro días locos» (como dice la canción) del sudor, el sacrificio, el aserrín pegado a la piel, la paga escasa. Y se armaba la murga. Porque estas comparsas de gasto millonario y belleza compulsiva comenzaron en aquellas murgas que en el barrio San Lorenzo, o en el centro, hacían sus «pasadas». Hoy el carnaval de Federación ha crecido y parece que va a seguir creciendo. El hecho de que los que lo impulsan «lo lleven en la sangre» (como dicen ellos mismos) hará que haya carnaval federaense para rato. Es cierto que económicamente el municipio aporta una porción de dinero más que importante, y eso permite la supervivencia pero el hecho de que sea el acontecimiento popular por excelencia (porque abarca a la verdadera mayoría) le asegura la existencia.
Fiebre que se degusta y no se padece, esta sería una de las mil definiciones del carnaval. O, dicho de otra manera, carnaval que me hiciste mal y sin embargo te quiero…Este sábado 25 de enero comenzará un período festivo que tendrá su epicentro en el corsódromo que lleva el nombre de alguien que dejó absolutamente todo por y para el carnaval, José Luis «Luisito» Silvestri. Este 25 de enero comenzarán los corsos y será a partir de esta fecha cuando no se hablará prácticamente de otra cosa. Como una fiebre, como un período de gracia, como una misa pagana dedicada al dios Momo, como un tiempo donde lo único que importa es bailar y tocar, empezarán los carnavales en Federación. Cuando llegue la última noche todos despertarán de un sueño, un sueño colectivo, y deberán volver a sus rutinas. Pero eso ahora está más que lejos. Lo que está cerca es el carnaval, el corsódromo, las luces, la gente, la adrenalina. Eso es lo que importa ahora…
CARLOS SUAREZ