ABAL MEDINA, A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE PERÓN: «SENTÍ UN ENORME VACÍO».

Cuando tenía solo veintisiete años, Juan Domingo Perón lo eligió para que fuese el secretario General del Partido Justicialista y para que intentara llevar a buen puerto una nave acosada por intensas tempestades. Juan Manuel Abal Medina enfrentó así la desembozada, y en parte también oculta, intención de la dictadura del general Alejandro Lanusse de evitar que Perón regresara al país y, luego, de impedir que llegara a la presidencia; apuntaló la decisión de Perón de nombrar como su delegado personal en el país a Héctor J. Cámpora, que luego sería candidato a/y presidente de la Nación; vigiló metro a metro los dos retornos de Perón al país, el primero en noviembre de 1972 y el definitivo, en junio de 1973, marcado para siempre por la matanza de Ezeiza.

También intentó, acaso con suerte diversa, conciliar los postulados de izquierda de una juventud montada en los afanes del peronismo, a la que avaló el propio Perón, y amalgamar aquel aceite caldeado con el agua igual de hirviente del poder sindical, al que Perón juzgó siempre como la columna vertebral de su movimiento.

Perón armó con él una relación intensa, de inusual franqueza y honda confianza mutua. Un oasis en medio de la violencia de aquellos años que también había salpicado a Abal Medina: su hermano Fernando había sido uno de los fundadores de la guerrilla peronista Montoneros y fue señalado luego como uno de los secuestradores y el ejecutor del general Pedro Eugenio Aramburu, en junio de 1970. La relación Perón-Abal Medina atravesó los tumultuosos cuarenta y nueve días del gobierno de Cámpora, el machacar constante de la guerrilla -la peronista y la trotskista del ERP-, que tanto enfurecía a Perón; los intensos momentos de esperanza y decepción que acompañaron la vida social de los argentinos en aquellos años, hasta que el 12 de octubre de 1973 Perón asumió su tercera presidencia y saludó a una multitud desde el balcón de la Casa Rosada, detrás de un vidrio blindado y con su uniforme de teniente general: un instante en el que Abal Medina pensó que su tarea había sido cumplida. Había quedado un poco apartado de sus funciones luego del asesinato de José Rucci a manos de Montoneros en septiembre de ese año. Durante el interinato de Raúl Lastiri, se barajó la posibilidad de su nombramiento como ministro del Interior de Perón, pero el líder justicialista lo relevó de ese compromiso porque desde esa función hubiese tenido a cargo a la Policía Federal, encargada de investigar y perseguir a quienes habían sido compañeros de militancia de su hermano Fernando, quien murió en un enfrentamiento con agentes de la Bonaerense el 7 de septiembre de 1970.

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Juan Manuel Abal Medina fue testigo también del deterioro de la salud de Perón, que era consciente de que su vida se apagaba y que lo haría con mayor rapidez si asumía la presidencia. El 1 de julio de 1974, hace hoy medio siglo, cerca de la una y cuarto de la tarde, le avisaron que su líder había muerto. Hasta ese instante llega el libro de memorias que, con sutil recato elude la persecución que desató sobre él primero la Triple A y luego la última dictadura, sus seis años de asilo en la Embajada de México, su posterior exilio en ese país y el saqueo de sus archivos personales.

Abal Medina, de 79 años, tituló sus memorias con una sugerencia que es también un mandato: “Conocer a Perón” (reeditado por estos días por Editorial Planeta con un nuevo anexo documental). En esta charla con Infobae, que duró una hora, Abal Medina evoca aquellos años decisivos y la figura del último Perón, a quien llama con perceptible emoción “mi amigo”.

A continuación, la entrevista

-¿Cómo se enteró de la muerte del General Perón?

-La tarde anterior (30 de junio) me avisó el doctor (Jorge) Taiana que si bien había tenido cierta mejoría, el proceso en el que ya estaba en ese momento era irreversible y que era una cuestión de horas, difícilmente días. Esa mañana, entre las once y las once y media, me llamó Juan Esquer, con quien yo tenía una relación muy cercana, y me dijo que el General estaba mal, que seguía todo igual… y que era cuestión nuevamente de horas. Y Juan fue el que me llamó a la una para decirme que había muerto.

-¿Qué sintió en ese momento?

-Yo había quedado conmocionadísimo el día anterior. Pensando en el General, la verdad. Luego la cabeza se fue hacia otras cosas, no sabía qué iba a pasar con la Argentina. Yo le tenía mucho cariño personal al General, al margen de lo político. Y habíamos hecho -en un plazo muy breve- una amistad personal muy fuerte. Creo que, y al margen de la figura política, no he tenido una amistad tan fuerte como la que generé con el General. Él sabía siempre lo que yo iba a decir. Siempre. Yo algunas veces sabía lo que él iba a decir. Solo a veces. Se había dado una compenetración que iba en el marco de un cariño creciente y había visto realmente la actitud, prácticamente heroica del General, desde el momento en que decidió el regreso. Porque era claro que no estaba él en estado físico para lo que se venía encima. Entonces ese entregar su último aliento, cuando podía haberse quedado quieto en su casa de España… sin duda se hubiera prolongado mucho su vida.

-¿Y qué le pasó al amigo con la muerte del amigo?

-Sentí un enorme vacío, un enorme vacío. Y… (realiza una larga pausa)…no fui a Olivos, Esquer me había dicho como cosa de él que fuera. Le dije, ‘si lo pide la señora voy’ (por Isabel Perón), pero como no lo pidió, preferí no ir. Yo preferí tomarme un tiempito antes de ver al General muerto. Necesitaba prepararme yo también. Puede sonar cobarde, pero fue la verdad. Fue así.

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.