Desde el pasado 22 de marzo Ernesto Luis Álvarez, traumatólogo, oriundo de Buenos Aires, viudo, padre de tres hijos y médico auditor del IOSPER, tenía firmada la renuncia. Se cansó. El stress le ocasionó una enfermedad que le afectó la pierna. Todo un síntoma. No se podía mover. Casi una señal de cómo lo trató el poder en estos seis meses. Asumió la dirección del hospital «San José» condicionado por Luis Lacuadra (un policía que al hablar invocó a Gabrile Román) y Carlos Carísimo, que quería ocupar el lugar de la abogada Silvana Monzón. Después el dueño de un medio digital y conductor de un programa de radio matutino que le envió a un chajariense radicado en Federación a extorsionarlo con $ 20.000. Más los sindicatos, sobre todo la Asociación Trabajadores del Estado que vio en Álvarez un aliado de UPCN. Si no lo fue por lo menos el médico viudo lo parecía: ahí estaba Tello y su mujer para atajarle los penales y manejar el hospital. Por lo menos esa fue la visión peronista durante el período que Älvarez estuvo a cargo. El peronismo desplegó sus espadas mediáticas para arremeter contra alguien que no era ni es radical pero tampoco demasiado peronista ¿no?
Ernesto Luis Álvarez quiso dejar afuera a quienes hicieron política partidaria con el aparato del hospital y sostenidos por el poder paranaense justicialista pero le salió mal. De los enemigos consolidados dentro del hospital Mirta Alderete suena cada vez más fuerte en el esquema departamental de Salud y Carlos Detona fue recategorizado. Eso fue lo que el poder hizo con Álvarez, decirle que si pero no cuando. Las enfermeras seguirán teniendo un buen recuerdo del médico. No así algunos médicos dependientes del dedo político.
UPCN seguirá al mando del hospital (en consonancia con el ministro de Salud, Ariel de la Rosa, ligado estrechamente al sindicalista y diputado José Allende) porque asume la doctora concordiense Analía Paola Silva, que proviene de ese gremio.
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