EL DÍA QUE GANAMOS LA COCA.

Éramos un rejunte de pibes que nadie elegía en los «paniqueso». Pachito y yo, por ser los más grandes, nos hicimos dueños del equipo. Teníamos 12 años.
Nuestra misión era jugar un interbarrial fiscalizado por la viveza del piberio y el azar. El premio de aquel torneo era una gaseosa. La coca.
La cita un sábado picante de verano, allá en el 2006. Una siesta. Nuestra escuadra, a la que nadie le tenía fe ganó partido a partido. Blandiendo armas por los laterales con un delantero eficaz, un artillero de 9 años que metía goles a fuerza de puntín esperando en la puerta del arco a que se le abra la esperanza goleadora.
Pleito a pleito cosechamos victorias, en esa aventura alterné el arco y la delantera. Los gurises me decían «Patón».
La escuadra se llamaba «Los Cortapasto», por el delantero Julio «El Jardinero» Cruz. La épica estaba para nosotros. Los patadura del barrio ganándole al que se plantara. Nos teníamos fe y jugábamos en equipo.
Aparte disputábamos el orgullo propio y el del caserío. La villa sabía de nosotros. La gente nos saludaba. Y ya no nos corrían para pegarnos los capanga de la esquina.
Esa siesta la gente fue a vernos. Los muchachos más grandes a los que veíamos con admiración llevaron el folclore. Humo, cohetes y cánticos. El espectáculo estaba haciendo achicar al rival.
Pachito daba las instrucciones para la final. Patón -me dijo- Vos andá al arco así estamos seguro. Arrancamos.
Por los laterales corrían los hermanos Fidal. Tenían 6 y 7. Sacamos. Ellos anotaron el primer tanto en una jugada mágica tocando de primera y metiendo pared. En el cotejo dominamos la hostilidad. Llegaron una sola vez y no pudieron lastimar.
Me sentía un heroe. Estábamos ganando. Nosotros los que siempre ladeaban de los campitos o de los clubes. Demostrábamos lo que éramos a fuerza de coraje y de amor propio.
Las madres nos alentaban, en los portones de las casillas la gente se apoyaba a vernos.
Dimos de qué hablar triangulando y tirando caños, sombreritos y haciendo goles de «goterita». Pachito se autodenominaba el Bekembauer del equipo. Con un juego deslucido y aparatoso llevaba al equipo hacia delante. En ese partido no me lucí.
Aunque todos los goles que erraron los hicimos en su arco. Cuando atajé un tiro recto a la olla, me hice el canchero y me di vuelta la gorra. Ganamos 6 a 0.
Pachito, el líder del combinado que no llevaba camisetas pero se reconocía por la familiaridad y las rutinas compartidas fue a cobrar el premio. Y sí. La plata de la gaseosa la ponía el perdedor.
Ellos tenían fama de ser los más buenos de todos los barrios. Goleadores. De equipos de liga. Algunos por probarse en clubes de primera. Los Cracks, los elegidos por Dios para darle un talento el cual le aseguraría parte de futuro. Sucumbieron ante un conjunto de gurisitos de 9 y 12 años.
Cobramos los 4 pesos y nos fuimos a comprar la gaseosa y algunos chocolates. Ahí quedamos en el cordón de la vereda como mirando la espera, porque la gloria fue cosa alcanzada.
A los días empezamos la secundaria. Pachito empezó a trabajar debido a que teníamos la tarde libre. Ese lunes o fui a buscar para jugar pero el me dijo que ya no podía y se subió a la moto del padre.
Desde ahí ya nada fue lo mismo. Nadie fue igual. Él se convirtió en un pibe con responsabilidades de adulto.
Todavía recuerdo su mirada como perdida y el día que ganamos la gaseosa para Pachito, mi incondicional, fue el último partido en el «campito».
Ese premio fue cerrar con broche de oro los días de nuestra infancia. Tal vez esa siesta fue la del último partido; la primera victoria contra la vida de los marginados.
AUTOR: Aldo Moretti García.-

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.