La pandemia de Covid 19, que arrastró a la humanidad a la peor crisis en siglos, cambia las perspectivas y así parece que el accionar de esta fuerza de choque se circunscribe al reclamo para terminar con los condicionantes que la enfermedad obliga a establecer para proteger la salud pública.
Sin embargo, el origen es previo.
Su génesis puede rastrearse en los discursos de los principales referentes de la fuerza derrotada en las urnas en las elecciones del año pasado la misma noche de cierre del comicio.
Una primera intentona se dio en marzo, antes de que el presidente Alberto Fernández cumpliera sus primeros 100 días de gobierno, cuando dispuso utilizar un mecanismo diseñado por su antecesor y elevar los derechos a la exportación de soja. Se pergeñó allí la posibilidad de remedar la disputa de 2008 entre el Gobierno y las patronales rurales por la resolución 125, pero el resultado no estuvo a la altura de lo planteado.
Luego de unas breves semanas de paz ya con la epidemia alcanzando niveles globales, revivieron las intenciones antidemocráticas que acumularon rápidamente movilizaciones descontroladas, ataques virulentos a la prensa y hasta el agite de una insubordinación policial que fue rápidamente apaciguada.
Cada episodio de esta seguidilla es más grave que el anterior y suma hechos más virulentos. Hace un par de semanas, se convocó a “escrachar” el domicilio particular de un ministro de la Corte Suprema de Justicia para forzarlo a tomar decisiones en un sentido. Ahora el “escrache” sumó la convocatoria pública a través de medios de comunicación para atentar contra la vivienda de la vicepresidenta de la Nación.
Más allá de los nombres propios en cada caso, la violencia descarnada que excede los márgenes de la disputa política se torna insoportable.
Justo es decir que esta minoría intensa es heredera de una vieja tradición argentina, que podría sintetizarse en el odio de los sectores concentrados y poderosos al país y a su gente, de lo que se desprende el desprecio que sienten por las mayorías populares que fueron yrigoyenistas primero y peronistas luego.
Basta con contrastar los apellidos que trae la historia con la primera tapa de los diarios o con los graph del prime time de la televisión porteña para darse cuenta de las coincidencias y también para encontrar la decadencia moral de quienes antes se sentían dueños de la Argentina y hoy aspiran apenas a ser meros sustitutos, como planteara la presidenta del PRO a nivel nacional Patricia Bullrich.
Un sustituto es aquel que hace las veces de otro o que ocupa el lugar o el rol de otro. Ya ni siquiera aspiran a ser lo que fueron sus abuelos. Se conforman con reemplazar como sea al que está por derecho propio, producto de la fuerza y la legitimidad de los votos.
El corolario de todo esto es la aparición del ex presidente Mauricio Macri, reaparecido tras sus vacaciones europeas. Su monólogo solo tuvo dos sentidos: exculparse antes de que la Justicia y la Historia lo juzguen y mantener viva la incandescencia de la turba descontrolada que actúa contra las autoridades electas. Como en la novela 1984 de Orwell, donde el Ministerio de la Verdad se ocupaba de las mentiras; el Ministerio de la Abundancia del racionamiento y el Ministerio del Amor de las torturas, estos sectores se autodenominan “libertarios” o “republicanos” cuando son claramente su opuesto.
Estos fenómenos, que en un primer momento se concentraron en la ciudad de Buenos Aires, han comenzado a extenderse a las provincias. En Concordia, un reportero gráfico fue amedrentado durante la escuálida movilización que se registró en la plaza central. Ni la Policía prebendaria ni el Ministerio Público Fiscal, siempre solícito a actuar de oficio para afectar al sistema político, movieron un dedo pese a que el trabajador de prensa fotografió a la mujer que lo increpó y le impidió ejercer su derecho a la libre expresión.
Este año será largo. Lo mismo ocurrirá con los próximos, hasta llegar a la presidencial de 2023 porque no se avizora tregua posible para encarrilar el conflicto actual, un episodio más de la historia de desencuentros argentinos.
AUTOR: Juan A. Bracco -APFD –
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