No lo insultó, no lo amenazó, no lo golpeó: le dijo “miau” al presidente Mauricio Macri y fue el maullido más caro de su vida. Ariel Horton es diseñador gráfico, su padre integra la lista de 30.000 desaparecidos durante la última dictadura cívico militar y fue despedido por Interpublic, subcontratista de General Motors, el 21 de julio de 2017. Ese día, el líder de Juntos por el Cambio visitó el pabellón José Alfredo Martínez de Hoz de la Sociedad Rural Argentina en el marco del evento denominado Salón del Automóvil y cuando Macri pasó por el stand, Horton decidió maullarlo. “No lo quería agredir, pero tampoco iba a estar tranquilo conmigo mismo si dejaba que caminara como si nada pasara el responsable de un gobierno negacionista que habló del curro de los derecho humanos”, dijo a Página/12 en una entrevista exclusiva a pocos días de que trascendiera el fallo de cámara laboral que le da la razón a la empresa que lo echó mediante la figura “pérdida de confianza” hacia el empleado. En la sentencia, a la que tuvo acceso este diario, se prioriza el respeto hacia la investidura presidencial por sobre la libertad de expresión y se considera el maullido un hecho agraviante. A través de su abogado, Horton decidió presentarse ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación y si no obtiene el resultado que espera, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
El día del incidente, Horton estaba trabajando en el pabellón de Chevrolet del Salón del Automóvil. Su trabajo era la difusión en redes sociales del evento y su abogado explicó a este diario que su maullido no le generó ningún perjuicio a la empresa para la que trabajaba. Después del paso de Macri y el maullido, sus jefes lo invitaron a retirarse del stand y quince minutos después lo llamaron por teléfono primero para increparlo y después para invitarlo a renunciar. Como no lo hizo, la empresa lo echó sin pagarle la indemnización correspondiente con el argumento de “pérdida de confianza”. Horton decidió llevar a la justicia su reclamo y seguir buscando trabajo. No le resultó fácil conseguirlo.
–¿Cómo estabas psicológicamente cuando te enteraste de que ibas a estar en un evento en el que te ibas a cruzar a Macri?
–Yo estaba movilizado por el hecho de tener que cruzarme con un tipo que discutía el número de desaparecidos, que hablaba del curro de los Derechos Humanos. Recordemos también que Elisa Carrió, miembro del gobierno, pedía prisión domiciliaria para los pobres viejitos genocidas. Era un combo. Y yo hacía relativamente poco tiempo había recibido el legajo “reparado” del laburo de mi viejo, que era ferroviario. En el legajo de su empresa hasta ese momento figuraba “abandono del puesto de trabajo” y en realidad lo secuestraron y hoy sigue desaparecido. Hay un papel que dice que le tendrían que haber mandado el telegrama de despido, pero no había plata en la caja chica. El papel anterior era la denuncia de mi mamá en la CONADEP. Leer cómo se trató la desaparición de mi viejo desde el punto de vista burocrático fue muy fuerte. Eso me pasó un par de meses antes de la visita de Macri al Salón del automóvil, de la que la que me enteré un par de días antes.
Miguel Ángel Horton, el papá de Ariel, fue secuestrado delante de su madre cuando ella estaba embarazada. Ella vivió mortificada de sólo imaginarse que ese día también se la podrían haber llevado a ella y que Ariel podría haber sido robado, como los 500 bebés que la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo calcula que fueron víctimaS de esa situación. Cuando se enteró de que se iba a cruzar cara a cara a Macri, Ariel supo que el silencio no era una opción.
–¿Cómo fue que tomaste la decisión de decirle algo cuando pasara?
–En el momento, me pregunté si yo podía seguir viviendo tranquilo conmigo mismo quedándome callado mientras este tipo caminaba por ahí como si no pasara nada después de las cosas que dijo, después de las cosas que estaba haciendo, con una ministra de Seguridad como Patricia Bullrich. Si yo no decía aunque sea “Miau” no iba a vivir tranquilo.
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