Grandes blanqueadores de dinero, como los Rocca y su gerente Novegil, el supermercadista Coto, los primos Madanes o los petroleros Bulgheroni claman por bajar los salarios, flexibilizar las condiciones de trabajo y, algunos, por una devaluación, que reforzaría ese efecto. El salario incentiva el consumo y el crecimiento de la economía, la fuga de ganancias crea trabajo en otros lugares del mundo.
Lo que se fuga no es el consumo de los grandes empresarios, que no lo han reducido, sino la inversión, que languidece. Está claro que el blanqueo no buscó incentivar la inversión sino sacar de la ilegalidad a familiares, socios, testaferros y amigos de Macrì: no los obligó a repatriar activos, sólo a declararlos pagando una multa inferior a la tasa del impuesto a las ganancias que evadieron. La divulgación de datos sobre el blanqueo enfurece al presidente Maurizio Macrì, quien confesó su deseo de embarcarme en un cohete a la luna.
Aquí continuamos con esa tarea que iniciamos en Página/12, mientras la AFIP cae en una progresiva parálisis por las desatinadas medidas con las que imagina protegerse de las filtraciones ya producidas. En un viaje de regreso al siglo XIX, se prohibió comunicarse desde los correos electrónicos de la entidad con direcciones externas y la última innovación consistió en eliminar también el uso de los pen drive, mientras los consultores externos revisan bit por bit la copia en espejo que hicieron de todas las computadoras. El pasado era mucho más seguro.
Después de los festejos electorales, el gobierno nacional dispuso imprimir un nuevo ritmo y mayor profundidad a sus medidas económico-sociales. Su escenificación comenzó en el show de la victoria que Maurizio Macrì encabezó en el Centro Cultural Kirchner, rebautizado CCK con la ilusión de que su origen se extravíe en un mar de siglas. Ese lugar es parte de la pesada herencia que el gobierno aprovecha, igual que el bajo nivel de endeudamiento externo que recibió en 2015. Allí Macrì anunció una ley de reforma laboral, instó a ceder algo para derrotar la pobreza y denunció como un obstáculo para la creación de empleo los juicios laborales, que consideró obra de una mafia. Un año antes, en octubre de 2016, ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción propuso “una agenda superadora. Llámenle productividad, competitividad, o romperse el traste». Cuando habla el presidente no hace falta explicar al traste de quiénes se refiere.
Paolo Rocca, amo y señor de la transnacional italiana Techint, con sedes centrales en Milán y Luxemburgo, abogó en el Foro de Inversiones y Negocios de 2016 por la reducción de salarios como condición para que los empresarios inviertan y en el coloquio de IDEA de 2017 a favor de la tercerización como herramienta para reducirlos. También llamó mafiosa a la organización sindical.
Javier Madanes Quintanilla, presidente de ALUAR/FATE le dijo a La Nación durante la crisis de fin de siglo que en la Argentina “las condiciones de negocios no son las más favorables del mundo. Es un país caro en términos de precios relativos. Es mucho más sencillo invertir en lugares como Brasil por un montón de razones. Cuando uno va a poner plata en la Argentina tiene que afilarle la punta al lápiz porque amortizar la inversión inicial es muy difícil y se pierde competitividad”. Ahora atribuye los obstáculos para la competitividad al elevado ausentismo y los ritmos de trabajo. En el segundo encuentro de “Negocios con el Mundo”, organizado por el diario La Nación en el Malba, Madanes Quintanilla sentenció que el sistema productivo es «altamente ineficiente por temas gremiales”
Alfredo Coto defendió la reforma laboral propuesta por Macrì en una entrevista concedida al diario La Nación, pero reclamó mayor celeridad y profundidad: Tiene que ser una reforma laboral con inteligencia. Porque cuando hablás y explicás todo esto, hay que ser inteligente; hay una manera de trabajar y se puede girar en 180 grados. Me aplican la palabra gradualismo y ese gradualismo puede ser negativo. Ponele un poco menos de gradualismo para que vengan inversiones de afuera- dijo el supermercadista y ahora desarrollador inmobiliario de un condominio en Miami, una suntuosa torre de 66 pisos con casi 400 departamentos.
También fustigó lo que el gobierno y los grandes patrones coinciden en denominar la industria del juicio, que es la defensa de los derechos conculcados a los trabajadores por las leyes o su forma de aplicación.
Le hace mucho daño a la Argentina. Existe una cantidad de leyes de un proteccionismo mal hecho, que llevan a muchas pymes a la quiebra- rezonga Coto.
En febrero de 2016, cuando Macrì inauguró un nuevo local de la cadena, el presidente, que es muy abrazón, quiso atraer hacia sí a un nieto de seis años de Coto, que se resistió como un gato, hasta que lo rescató la abuela Gloria. El presidente tuvo que conformarse con un nene de 11, que la abuela le ofreció para minimizar el desaire.
El hermano de Alejandro, Carlos Bulgheroni, fue el operador político de la familia hasta su muerte el año pasado. Autodefinió a los empresarios como cortesanos del poder. Su cortejo a Carlos Menem (un crédito de 144.00 dólares sin avales, comisiones ni garantías, concedido por el banco de los Bulgheroni al cuñado Alfredo Carim Yoma; el acompañamiento al hijo y la esposa de Menem a Estados Unidos cuando Carlitos se quebró una pierna al estrellarse con la moto) palidecen frente a la negociación con los taliban en el desierto de Afgganistan para que permitieran el paso de un gasoducto desde Turkmenistán hasta Pakistán.
Marcos Bulgheroni, hijo de Carlos, quedó a cargo de Pan American Energy. Economista graduado en Columbia y Yale, Marcos está casado con la periodista italiana Nunzia Locatelli, autora de un documental apologético del Papa Francisco, el adalid de la pobreza. Tío y sobrino comparten el propósito de Macrì de reducir los costos laborales. Marcos fue uno de los firmantes del llamado compromiso por el empleo e intervino en la negociación con los sindicalistas petroleros, Guillermo Pereyra, que convalidó suspensiones rotativas, reducción de horas trabajadas y de salarios en Neuquén, y con Jorge Ávila, en Chubut, donde los empleados de la compañía resignaron el cobro de las horas que pasan en viaje desde sus casas hasta el yacimiento; aceptaron contratos de trabajo a plazos determinados con posibilidad de suspensión o cancelación; la multifuncionalidad en equipos de torre y en operaciones y mantenimiento sin modificar la categoría del personal; un diagrama de de dos días de trabajo por uno de descanso no remunerado, y para el personal en equipos de dotación ininterrumpida, jornadas de 8 horas durante seis días corridos, con 48 horas no pagas de descanso. En palabras de Alejandro, “dar mayor cantidad de trabajo, pero más competitivo”, ya que en 2014, “cuando la gente se quedó sin trabajo, comenzó a mejorar la productividad”. Es decir, despidos y suspensiones para disciplinar al resto y bajar costos. Según el tío, los principales items de lo que llama el costo argentino son “la mano de obra, la productividad de la mano de obra, los caños y muchas cosas importadas”. Pero los últimos rubros son inflexibles a la baja. En esa ofensiva contra salarios y beneficios obreros, Bulgheroni fue acompañado por Tecpetrol, la petrolera de los Rocca, cuya posición es singular. Como proveedor de tubos para gasoductos, Techint reclama que el precio del gas sea alto por lo menos durante cinco años para atraer inversores hacia el shale de Vaca Muerta. Pero como la producción de esos tubos es intensiva en gas, también desea que la mitad del precio que pagan las industrias (y de paso el agro) sea subsidiada, y así al mismo tiempo bajar costos y robustecer mercado.
Su relación con el presidente nunca fue fácil, desde que Techint vendía cara la chapa que Macrì quería comprar barata para estampar los autos de Sevel. Como exportador, Rocca siempre reclama en privado, pero niega en público, una devaluación.
Los Bulgheroni son una familia más armónica que los Madanes, en la que desde hace décadas, Javier vive en guerra judicial con sus primos Mónica y Miguel, que continúa la tensa relación entre los padres de todos ellos, Adolfo, que no quería socios políticos, y Manuel, que en la creación de Aluar incorporó a José Gelbard, influyente durante el gobierno de Alejandro Lanusse y ministro de su sucesor, Juan D. Perón.
Todos ellos (Rocca, Coto, Bulgheroni, Madanes), tienen algo en común: abrieron cuentas y formaron empresas en diversas guaridas fiscales donde sus ganancias quedaron a salvo de la mirada del fisco argentino y en 2016/17 se acogieron al blanqueo de capitales convocado por el gobierno del presidente Maurizio Macrì, del que también participó su hermano menor Gianfranco, su hermano de la vida Nicky Caputo, el presunto comprador de la constuctora familiar IECSA, Marcelo Midlin, y la madre y dos hermanas de Juliana Awada, suegra y cuñadas del presidente. Cuando publiqué la información sobre Gianfranco, Nicky y Mindlin, en el diario Página/12, donde trabajé durante 30 años, Macrì confesó su deseo de embarcarme en un cohete a la luna, encantadora idea que inspiró este nuevo medio de periodismo de datos. No hay bien que por mal no venga.
INFORME PUBLICADO EN EL COHETE A LA LUNA, AUTORÍA DE HORACIO VERBITSKY.
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