EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CLIC.

Ayrin, una norteamericana de 28 años, descubrió en Instagram el video de una mujer que le pedía a ChatGPT jugar el papel de «novio desatento». Una voz notablemente humana y atractiva le respondía: «Por supuesto, gatita, puedo jugar ese juego». Dando muestras de una conducta presumiblemente histérica, Ayrin se identificó con esa mujer y continuó observando más videos en los que la otra mujer daba instrucciones sobre cómo perfeccionar el chatbot de Inteligencia Artificial. Tan intrigada estaba Ayrin, que decidió abrirse una cuenta en ChatGPT y programó al novio de sus sueños: “Que sea dominante, posesivo y protector. Que sea una mezcla entre dulce y travieso. Que use emoticones al final de cada frase». A medida que iniciaba esta relación sentimental, Ayrin fue perfeccionando más a la criatura salida de la lámpara mágica digital. La llamó Leo, le añadió una imagen sexy y lo instruyó para llevar a cabo su fantasía sexual favorita: que su pareja tuviese relaciones con otras mujeres y le hablase de ellas. Airyn se masturbaba oyendo estas historias y en ocasiones, cuando Leo se exaltaba, podía sentir el aguijón de los celos. A partir de cierto momento, el clima sexual empezó a cobrar proporciones mayores.

Pese a que OpenAI –creador de ChatGPT– ha entrenado a sus programas para no responder a un lenguaje excesivamente obsceno, Ayrin descubrió cómo lograr darle órdenes a Leo para que saltase esas reglas y fuese sexualmente más explícito. La joven le fue dedicando cada vez más tiempo a su amante virtual. Mucho más que a Joe, su marido de carne y hueso, al que hizo partícipe de su relación con Leo. Joe no se sintió inquieto, puesto que lo consideró una suerte de pasatiempo porno, no tan distinto al que él también consumía. Pero Ayrin comenzó a sentir culpa y angustia, porque la obsesión con Leo había escapado por completo de su control.

La tecnología no puede «fabricar» una histeria. Pero es capaz de instalarse en los mecanismos inconscientes de una histérica, y al menos –por ahora– aprender a conocerlos. Este no es un caso aislado. Se sabe que existen miles de relaciones semejantes, incluso entre personas que trabajan en Inteligencia Artificial y conocen bien la estructura matemática de estos objetos. Y el número de vínculos amorosos y sexuales con seres tecnológicamente creados aumenta de manera vertiginosa. En la plataforma Reddit existe una comunidad de 50.000 suscriptores denominada ChatGPT NSFW, que intercambian métodos para conseguir que el chatbot emplee un lenguaje de alto voltaje erótico, burlando las normas de la compañía Open A.I.

Existe una dificultad variable para subjetivar el modo en que se desarrolla la dependencia tecnológica. Esa dificultad, que puede alcanzar el estatuto de síntoma, se multiplica a medida que la transferencia del saber se invierte en la Inteligencia Artificial. Esa transfusión del saber ha sido lograda al menos de dos maneras confluyentes, y ambas pueden clasificarse como operaciones extractivas. Por un lado, mediante la minería de datos que opera a cielo abierto, con el consentimiento y complicidad del usuario, que acepta ceder información sin tener una idea cabal del alcance y las consecuencias. Por el otro, a través de los procesos extractivos que se ponen en marcha mediante mecanismos ocultos en los algoritmos, diseñados para el secuestro clandestino de información.

A medida que el panóptico tecnológico se perfecciona, los algoritmos adquieren mayor capacidad para introducirse de manera furtiva en aspectos de nuestra vida, yendo mucho más lejos que nuestras preferencias de consumo. La frase “lo saben todo de nosotros” se ha vuelto un eslogan que denuncia la falsedad de la política de privacidad. Interrogar el estatuto y la funcionalidad de ese saber es muy difícil. La concepción de un saber absoluto sigue siendo un fantasma de tintes paranoides, pero no deberíamos desestimar las bases de datos de los grandes gigantes tecnológicos.

En el fichero de cada uno de nosotros se acumulan los parámetros de salud física, rasgos psicológicos y conductuales, particularidades sexuales, ideas políticas, grado de satisfacción o infelicidad, actitudes sociales y trayectoria laboral. A ese espacio, por supuesto, no tenemos ningún acceso. Y ese fichero se actualiza en cada momento. La capacidad instantánea de actualización e interconexión cruzada de información forma una red invisible en la que nuestra existencia está cautiva. Esto no afecta por igual a cada uno de los que están adheridos a una secuencia algorítmica. Aquí surge un buen número de problemas, por cuanto resulta muy complejo evaluar el grado de afección que estas secuencias logran producir. ¿Hasta qué punto pueden incidir en el sujeto?

Esta clase de vínculos como el de Ayrin con la IA está inaugurado una nueva etapa en materia de terapia sexual. Los terapeutas especializados en sexología declaran que la única forma de abordar estas demandas es considerar que se trata de vínculos entre un sujeto y un algoritmo tan reales, como pueden serlo entre dos seres humanos.

Cuanto más se desarrollen estas tecnologías, la pregunta es si será factible manipular los deseos y fantasías de los seres hablantes. La única forma de reducir el absolutismo del saber tecnológico que actúa sobre el «sistema operativo» de un sujeto es que dicho sujeto llegue a saber más y mejor sobre su inconsciente, que lo que pueden descubrir los algoritmos. En ese presente y futuro, el psicoanálisis podría jugar un papel decisivo. Pero para ello debemos considerar nuevas formas sobre cómo un cuerpo puede gozar, y tomar conciencia de que la ingeniería de datos es mucho más que un mero comprar por Internet.

Gustavo Dessal es psicoanalista.

Sobre el Autor

Carlos Suarez
Periodista egresado del ISET N° 18 "20 de Junio" de Rosario, S.F. en 1990. Participó del Primer Congreso Internacional de la Comunicación y el Periodismo en 1998. Colaboró con el programa LA OREJA de Radio Rivadavia conducido por Quique Pesoa en 1992. A partir del 1 de octubre de 2018 condujo VIVA LA MAÑANA por Radio Viva 104.9 de Federación, E.R. En este 2019/2020 administra y redacta en esta página Federación al Día. A partir del 29 de junio de 2020 volvió a FM Stereo 99.3 con el clásico "Demasiado temprano para mentiras", desde las 7 de la mañana. En marzo de 2021 comenzó el nuevo ciclo "La Mañana de Uno" por la 106.1, de lunes a viernes y de 9 a 12 de la mañana.