Enrique Santos Discépolo escribió el tango “Cambalache” en 1935, y en uno de sus versos decía en lunfardo: “Que allá en el horno se vamo’ a encontrar”, para hablar del clima, pero social. Pero también en esa área es como si se hubiera asomado hoy por la mañana a sentir la espesura del aire porteño, por ejemplo. La ciudad de Baires es un horno y a veces un lago. Y el campo, una laguna a cielo abierto. O una montaña de hojas y tierra reseca y cursos de agua anémicos. Esta es una visión bucólica. Pero el lado oscuro es que el cuidado y gestión del clima y su decurso y su influencia, que no es solo un fenómeno de la naturaleza, sigue estando en manos de dementes –de terminators– que consultan el Excel de sus ganancias en Wall Street. La peor sequía en un siglo en la Argentina costó 40 mil millones de dólares y varios puntos de aumento de la pobreza. No solo influyó la falta de previsiones para encarar las sequías por el cambio climático que ya está entre nosotros, sino que se prefiere, por supuesto, el business como sea. A último momento, ante la tragedia de la sequía o de la inundación, no alcanzaron la diversificación de cultivos ni intervenir sobre los cursos de agua. Ni haber promovido numerosos cursos de formación desde 2019 o participado en coloquios internacionales, sumándonos a los países que ponen el grito en el cielo contra el efecto invernadero pero hacen estallar miles de toneladas de bombas en la guerra de Ucrania, otro verdadero granero del mundo. Entonces, recordé también la enorme lección de la historia de Jurassic Park y de Terminator, dos clásicos extraordinarios del cine que no me atrevería a llamar de ciencia ficción –porque la intervención humana define que el cambio climático no es una cuestión estrictamente técnica sino definitivamente política en su diseño esencial–: siempre se trata de quién o quiénes se apropian de los gigantescos recursos naturales, generalmente corporaciones financieras internacionales, que van tras la riqueza natural de los países deudores del sistema financiero, como la Argentina, o de territorios aún vírgenes, como en África. Es más, una de las propuestas de ese sistema puede plantear en algún momento cambiar deuda externa por compromiso del cuidado del clima, autolimitando la actividad económica que les permitiera detener la depredación. Solo los Estados nacionales, y no todos, pueden poner límites a la voracidad de las corporaciones y a esa depredación. La propiedad de los recursos naturales es lo que determina el curso de las políticas sobre el cambio climático. El auge de las derechas fascistas en el mundo es una barrera al avance del Acuerdo de París y otros, aunque limitados, sobre el efecto invernadero y explotación de cursos de agua y desertificación del mayor pulmón verde del planeta, el Amazonas. La llegada de Lula da Silva y la salida de Jair Bolsonaro de la presidencia de Brasil mejoraron el panorama de defensa del Amazonas, explotado por bandidos. Está claro que el anarcocapitalismo es la doctrina favorita de los motosierreros del siglo XXI. Algunos líderes políticos de derecha, como Donald Trump, Bolsonaro y el recién inventado por X de Elon Musk, y flamante presidente de la Argentina, Javier Milei, que asume en medio de una crisis social gravísima, se sitúan en el grupo de aquellos que niegan la agenda del cambio climático. En una entrevista realizada en 2021, el economista libertario expresó su escepticismo sobre el calentamiento global y culpó al “socialismo” y al “marxismo cultural” de impulsar políticas relacionadas con esta problemática. Durante la entrevista con el youtuber Julián Serrano, Milei afirmó que el cambio climático es “otra de las mentiras del socialismo” y acusó a los científicos de manipular deliberadamente sus cálculos, señalando que las predicciones sobre el fenómeno climático han cambiado a lo largo del tiempo. Además, sugirió que las simulaciones utilizadas en la investigación están diseñadas para generar temor en el futuro. Veremos si no cambia de idea cuando se inunden los campos bonaerenses y cordobeses. El estilo de estos líderes anarcocapitalistas, terminators para el estilo de gobiernos democráticos, es un enigma, y el curso de sus políticas en este frente también. Porque si algo sabemos es que estos grupos de nuevos depredadores seriales –socioculturales y ambientales– no pueden corregir el rumbo de sus políticas porque apuestan a escenarios apocalípticos, donde la violencia determine quién gana: el caos es su mejor aliado. El litio, el petróleo, el gas, el oro, la plata, el uranio, los granos, la industria química que los cura, etcétera, no pueden ser discontinuados. Remember Jurassic Park: la naturaleza, por supuesto, no siempre tiene la chance de ganarle al toro mudo de Wall Street antes de una catástrofe. Esa es nuestra tragedia: que la gestión del clima dependa de los terminators del siglo XXI.
AUTORA: María Seoane. (Buenos Aires, 25 de enero de 1948-Buenos Aires, 27 de diciembre de 2023) fue una periodista y escritora argentina. Publicó ocho libros sobre la historia argentina. Fue directora de la Radio Nacional desde 2009 hasta su renuncia el 21 de diciembre de 2015. Integró el espacio Comunicadores de la Argentina (COMUNA). Fue directora de Contenidos Editoriales del Centro Cultural Caras y Caretas en el grupo editorial Octubre.