Evidentemente nadie se quiere hacer cargo de la Argentina que supimos construir. Es una verdad irrefutable que en la construcción de una sociedad inclusiva, y supuesta para todos estamos haciendo un pésimo trabajo. Los chicos no saben leer ni escribir, sobra pobreza y en la calle se matan por las cuevas de porros, y por mucho menos también. Y el viejo esquema de valores se está extinguiendo gradualmente infectado de impunidad moral. Los progre pierden y los libertarios ganan, en una alta discusión intelectual actual, pero sin inversión clara a futuro.
Mientras tanto la gente de a pie, con heladeras para uso de placard, no sabe qué carajo es la izquierda y la derecha. Si, se han convertido en piratas de góndolas y en especialistas gourmet, del: se come de lo que le sobra a las billeteras gordas.
Y la violencia en su máxima expresión.
Si hubiese la posibilidad de hacer un ADN a nuestra sociedad, el resultado sería con seguridad padre improbable de identificar.
No hay clase política buena o mala, como aseguran los facilistas para sacarse toda responsabilidad del cuero, sino como emergente de una sociedad que los va pariendo, sean políticos, profesionales, panaderos o fantasmas.
La política quizás, refleja un poco más detenidamente, la sangre que corre por debajo, en los tejidos sociales y como cara del “proyecto” social, se pone a tiro del cachetazo que para el resto llega como indiferencia.
Atenúa, a la dirigencia en su conducta? Para nada, desde el mismo momento en que decidieron sumarse al noble arte del juego de la política: el hecho es transformar y avanzar pero para esta Argentina en cambio es fracasar y quedarse y sin vergüenza alguna.
Ahí sí, la política tiene sus magras responsabilidades.
Las encuestadoras, se equivocan porque tienen propietarios del momento y porque la gente miente, casi nadie dice lo que piensa. Existe más de verdad en lo guardado que en lo relatado.
Sin embargo en estos dos meses estamos observando que parte de la dirigencia política, está intentando purificarse tomándose el vuelo que le permitan las circunstancias a tono y ponerse al relato de la historia, allá lejos.
Resulta curioso en contraste con cuitas pasadas, que la re re de lo que sea, (exceptuando al enquistado sindicalismo) no se convierta en un atractivo seductor para mantener la vela encendida a perpetuidad.
Primero abortó el operativo retorno, Mauricio Macri allá por marzo pasado, luego un mes después fue el presidente Alberto Fernández, el que se bajó del cuadrilátero y ahora, se reiteró, a través de una carta lo que ya había adelantado la vicepresidenta Cristina Kirchner, cuando avisó de que no se hicieran los rulos.
Los 3 tienen un punto en común, no son renunciamientos históricos, místicos, sino terror a enfrentar reveses electorales totalmente previsibles.
Se podría alegar que los máximos enemigos, Macri y Cristina Kirchner, se necesitaban uno del otro para transitar el incestuoso camino con destino al púlpito a al ocaso. Caído uno de los contendientes, quedó solo el ocaso. La vicepresidenta finalmente, eligió el retiro perdona vidas, que significa al igual para Macri, el: si pierden son ustedes… Fernández, obvio está muy lejos de este juego.
“Juntos para el odio” y el “Frente para nadie” diría el ingenio popular, están en aprietos, desde que apareció el desbordado Javier Milei, y se puso a tiro de la “preferencia” electoral que se suma más por rebotes de venganza hacia el status quo que por méritos propios.
El oficialismo, quizás corto de reflejos, utilizó la confrontación con la derecha como elemento aglutinante para insuflar terror, movilizando a militar la política como concepto donde si se hace fuerte, y no atinó a armarse frente a la rutina de hambre y necesidades que, como ácido, les fue masticando la gestión.
Como consecuencia del renunciamiento de Cristina Kircher a ser candidata a algo, el podio quedó libre y ahora, si no sigue el operativo clamor de los haraganes militantes del saco de la “jefa”, deberán barajar y hacer la observancia primordial de decidir por un peronismo diferente, con la Cámpora o sin ella, o todos juntos, pero por cierto ya no habrá, es de suponer, un “alguien” promovido por el dedo de la vicepresidenta.
Al menos tan expresamente como lo fue con Alberto Fernández.
AUTOR: Hugo Remedi. Periodista