Una nueva jornada nos convoca este sábado 19 para focalizarnos sobre un flagelo silencioso y destructivo que atraviesa de forma trasversal a toda la ciudadanía sin distinción, de la cual nadie debería estar exento en la atención y concientización, sobre este posible atentado hacia la persona humana. Más concretamente un hecho tan perjudicial en la niñez, y que repercute para toda la vida. Estamos hablando del Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual contra la Infancia y Adolescencia, perpetuado por una persona mayor adulta.
Es de suma importancia visibilizar estos hechos, tomar conciencia de que es una realidad que golpea de manera lamentable en la sociedad, en los distintos ambientes y situaciones, pudiendo ser familiar, deportivo o institucional.
Todos estamos llamados a involucrarnos para su erradicación. Uno de los principales actos para esto, es conocer los protocolos, brindar el oído y atención, no desentenderse, ya que cualquiera de estas actitudes, pueden llegar a tener dos efectos: liberar o encarcelar.
Cuando un niño es abusado, es ultrajado, es arrastrado hacia los más profundos silencios, aplastado por la culpa y miedo, menospreciando su persona y capacidades, obstaculizando su normal desarrollo.
No debemos dejar de mencionar la metodología perversa que va tejiendo ese ser humano astuto, audaz, para perjudicar y dañar lo más preciado en un niño, la inocencia, esa inocencia innata por naturaleza, que es violentada y quebrada mediante la manipulación y atropello del abusador, con el solo objetivo de satisfacer sus propios instintos, desordenes afectivos y sexuales, utilizando ese ser y descartarlo, para luego dejarlo solo, desamparado, confundido y lastimado.
El abusador es sagaz, inteligente, observador, muy hábil en su manera de actuar, captar la atención y respeto no solo de la víctima, sino su entorno, realiza un sigiloso abordaje de toda la familia o institución, ganándose la confianza de todos, sea con actitudes amables, disponibilidad, comentario sobresaliente, tratando de empoderarse, obteniendo una imagen intachable frente a todos, para, de esa manera, no dar lugar a dudas y actuar de forma libre, impune y segura.
El niño que es violentado en su sexualidad de manera temprana es sorprendido en una esfera aun inmadura, de un proceso en desarrollo, natural. Tergiversa y anticipa etapas corporales, que, rompiendo su ciclo, dañan y generan perplejidad, desorden y como resultados bloqueos y silencios.
Depende de todos colaborar para romper ese mutismo, brindando herramientas simples, como escuchar y acompañar, pero sobre todo creerle al niño, para lograr destrabar ese mecanismo defensivo y solitario, que obstaculiza y no permite vencer esa barrera opresora de sigilo, angustia y fobia. Si comienza a hablar, no le des la espalda.
Existe una palabra que resume el ejercicio y función que debe tomar toda la sociedad, como así también miembros de las distintas entidades, como pueden ser judiciales y religiosas, esa palabra es ATENCIÓN. Escuchar, creer, actuar.
Esta palabra nos debe interpelar, atención potencia cercanía y cuidado hacia el damnificado, de manera especial en la familia, su entorno, o tal vez en una entidad deportiva o institución educativa. Nos sugiere prestar especial cuidado al comportamiento extraño, ese idioma que a veces se torna indescifrable, pero a la vez se pone tan de manifiesto en ese niño o adolecente, que no puede ignorarse, en esa conducta agresiva, esquiva, intolerante, marginal y triste.
Esta fecha nos recuerda y señala esta problemática muy cercana, oculta, el propósito es no limitar solo a una fecha, sino concientizar cada día, para que no se incrementen estos actos que daña el punto de partida de la vida, lo afectivo, lo relacional; el ser humano es un ser sociable, abierto, comunicativo, nadie tiene derecho a perturbar y truncar esa naturaleza. Nacimos para ser felices.
Para los que lo vivimos o que están atravesando esa incertidumbre, no debemos temer enfrentar el despertar hacia la libertad, romper cadenas opresoras, que consiste en contar como esa persona dañina utilizó tu cuerpo y aprovechó tu vulnerabilidad, abuso de tu confianza y la de tus seres queridos, se aprovechó de tu ser, tu vida, que fue sofocada a temprana edad. No te eches culpas, no eres responsable de nada.
Tenemos la obligación de alentar a hablar, contar, gritar la verdad, sacar afuera lo que perjudica y oprime, sin importar lazos, no dejando que el miedo, silencio y falsa traición se apodere de vos y triunfe, ya que esto nos paraliza y permite el empoderamiento del abusador, creyéndose intocable e inmune.
En una sociedad azotada y colapsada por las redes sociales, debemos darle la utilidad que corresponde, velar por el cuidado de la infancia, vulnerables a este flagelo, está al alcance de todos, incluso de ellos y poder ser manipulados mediante un dispositivo.
Estamos llamados a estar alertas, vigilantes, a saber y enseñar moderar su uso y utilidad, para de esa forma no perder la capacidad del encuentro y el diálogo fraterno y colectivo, que forma parte esencial de la vida del ser humano, formando auténticos lazos afectivos libres, sanos y abiertos.
No apagues tu voz, todos podemos ayudarte.
AUTOR: Hernán Rausch – Sobreviviente de abuso sexual en la infancia. Querellante en la causa Ilarraz.