Marzo es el mes de las mujeres. O el mes de la reivindicación de la lucha de género. Pero marzo empezó con una noticia que trascendió la barrera ideológico-mediática. Se liberó un debate social. Una mujer fue violada por un grupo de seis varones en Palermo. Y escribo seis, porque todos estuvieron ahí.
Pero ¿por qué violan los varones? La antropóloga feminista Rita Segato nos enseñó que la violación tiene dos mensajes: uno para las mujeres a la que «se castiga por desobediente», y otro para mostrarle «la potencia» a los hombres, que además, tienen que exhibirla y exhibirse. Y muchas veces en grupo.
Segato insiste. Con la violación, “se revela la cofradía en la que los aspirantes a hombres necesitan recibir su título ante la mirada de otros hombres”.
En una charla con el periodista Diego Iglesias, ayer decía: “La principal característica de la corporación masculina es la obediencia servil. Ninguno de esos muchachos está ahí porque no ha aprendido, o porque no se le ha enseñado o nada lo ha llevado a reflexionar. Y ese es el problema”, analizó, y continuó: “En realidad, están violando para mostrar algo a los ojos de los otros, y tienen que mostrarlo porque así serán capaces de pertenecer a la organización corporativa que llamamos masculinidad”.
Eso es el mandato de la masculinidad. “Si no desmontamos esta estructura, si no demostramos que no beneficia a nadie, inclusive en sus propios perpetradores o posibles perpetradores en el futuro, no vamos a conseguir desterrarla”.
Entonces hacen falta grandes consensos, grandes conversaciones. Seguro, con dolor. Hay que ponerle el cuerpo a años y años de vejación, maltrato, vergüenza. Hay que hacer algo esa putrefacción enquistada en el presente: en grupos de amigos, de hermanos, de primos, de lazos familiares y sociales. No hay más lugar para el silencio. Las cosas pueden ser diferentes.
La periodista y escritora Sandra Russo despunta algún tipo de solución, de estrategia: “Este despertar global de nuestro modo de estar en el mundo, de nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras emociones, hoy no es un club exclusivo y por lo tanto inocuo para el poder. Es en cambio un viento que arrastra conciencia y deseo de libertad. Un nuevo contrato entre géneros puede ayudar bastante a cambiar el mundo. Es un objetivo emocional y político que nos ahorraría mucho dolor”.
Entonces, ¿qué tiene un violador en la cabeza? Un violador tiene en la cabeza la idea de conquista, de pertenencia, del deber ser (un macho alfa, un violador). “Este es mi lugar”, piensa. ”Esto es mío”. Un violador sabe, además, que tendrá un pacto cómplice que lo avalará, lo incitará, le dirán que sí, que adelante. Por lo pronto, es un trabajo de hombres y mujeres, pero sobre todo de hombres, romper con esa lealtad. Son quienes están en condiciones de ejercer un rol central contra la desigualdad mirando hacia adentro: pueden reflexionar sobre qué es ser un hombre, cómo están constituidos socialmente, qué les da virilidad. Porque hay un sistema que nos impide convivir con dignidad, un mandato que no los deja ser libres, ni les permite vivir en paz.
A las mujeres nos faltan respuestas y nos quedan las calles. Hay que recuperarlas.
AUTORA: Martina Dentella (Cuatro Palabras).-
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